Siempre y nunca rondaban nuestros encuentros,
y al tiempo que daban un inmenso placer también dolían.
Éramos un fuego intenso, siempre caliente y al rojo vivo.
Después del adiós una parte de mi arde con intensa sinrazón.
Ignoramos que nuestro siempre duraba muy poco tiempo;
aun cuando estar en tus brazos me parecía una eternidad sobre otra,
-así hubiera querido.
El "nunca" se plantó como un inmenso árbol entre los dos,
mientras crecía nos separaba
hasta el hecho de pensarte alerta las ramas de la culpa
que me estremecen sacándome de ese espacio
donde "para siempre" pudiera ser real,
pero no logro abrir esa puerta.