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miércoles

Esta Mañana




Una real y absoluta pesadilla volver adentrarme en aquella casa de madera que habité en una parte de mi infancia, lejana y presente, a la vez, dolorosa y feliz. 
Terror volver a pisar aquel piso mugriento, roído de ratas, avejentado. Que volvieran a mi los ruidos nocturnos, los sollozos y suspiros lanzados a media noche como una oración que pedía solo avanzar hacia otros horizontes. Las monedas ganadas con tanto esfuerzo que rodaban hasta caer por las rendijas entre madero y madero para luego precipitarse a la oscuridad, esa sobre la que se tendía aquel hogar improvisado;  refugio después de nuestra extraña salida del hogar real, el primero... el que siempre extrañaré.

Dos secciones la conformaban, una pequeña cocina y una habitación un poco mas grande que perdía el encanto cuando la llenaban camas individuales para los "lepes" y la matrimonial para mis padres. Aunque esto nunca fue así, pues la mayor parte del tiempo fueron compartidas por amigos, familia y visita que de forma intermite entraban, llegaban, se quedaban días, semanas y luego se iban así, como si nada.


Por fin llegamos, y estando acompañada para realizar la visita me sentía tremendamente sola y vulnerable. Decorada de una manera extraña y acumuladora, parecía no caber un trasto mas sobre aquellas repisas viejas y un tanto vencidas por el peso. Ambas habitaciones tenían salida al patio así que podías entrar por un lado y salir por el otro sin problemas o casi, solo evadiendo todo lo que estorbaba en el camino, un verdadero hacinamiento. Quizá esa era la parte que reflejaba la pesadilla de mis emociones recientes y angustiantes. Ya no se....


Personas andrajosas nos dieron la bienvenida, esa mujer gastada de cara afilada y mirada fría nos señalo el camino hasta llegar a esa otra mujer de enorme ojos tristes que yacía tendida sobre un colchón viejo, al cual le supuraba liquido; mismo que ella tomaba con un trasto y lo vaciaba en una de la hendiduras del piso, ahora mas terrorífico que antes. Yo solo pensaba en lo que debían haber estado sufriendo todas las muñecas que perdí cuando niña y nunca fui capaz de rescatar de ese abismo, ahora un verdadero infierno chiquito y pestilente a muerte.


Conversábamos, de cosas sin mucha importancia hasta llegar a ese incomodo silencio que nos deja el haber repasado todo lo banal que almacenas para utilizar en casos como este... y hora de despedirnos por fin, tenia una necesitad urgente de salir, correr y volver. Por último pregunte el por que de aquel oloroso y lechoso desecho que supuraba una y otra vez de aquella vieja cama. La mujer se descubrió el cuerpo lanzando una sabana roída que la cubría y dejando al descubierto la amputación de ambas piernas, un corte en carne viva, una maltrecha cicatrización casi imperceptible daba fin, de tajo, al cuerpo de la desdichada que nos miraba como si ya nada le importara. Sin mas que un leve gesto con la mano salí de aquel lugar patético, que desplomaba todos los buenos recuerdos que alguna vez tuve o pude haber inventado para consolarme;  y así desperté esta mañana.

martes

No sé si las estrellas sueñan...



«No sé si las estrellas sueñan o deciden nuestro destino, creo sí que nuestro destino es impredecible y azaroso como los sueños. Por eso las mujeres y los hombres de nuestro tiempo aún temblamos cada mañana cuando el mundo se ilumina y nos despierta».

    Ángeles Mastretta, EL MUNDO ILUMINADO

viernes

Agonía fuera del muro

Miro las herramientas,
El mundo que los hombres hacen, donde se afanan,
Sudan, paren, cohabitan.

El cuerpo de los hombres prensado por los días,
Su noche de ronquido y de zarpazo
Y las encrucijadas en que se reconocen.

Hay ceguera y el hambre los alumbra
Y la necesidad, más dura que metales.

Sin orgullo (¿qué es el orgullo? ¿Una vértebra
Que todavía la especie no produce?)
Los hombres roban, mienten,
Como animal de presa olfatean, devoran
Y disputan a otro la carroña.

Y cuando bailan, cuando se deslizan
O cuando burlan una ley o cuando
Se envilecen, sonríen,
Entornan levemente los párpados, contemplan
El vacío que se abre en sus entrañas
Y se entregan a un éxtasis vegetal, inhumano.

Yo soy de alguna orilla, de otra parte,
Soy de los que no saben ni arrebatar ni dar,
Gente a quien compartir es imposible.

No te acerques a mi, hombre que haces el mundo,
Déjame, no es preciso que me mates.
Yo soy de los que mueren solos, de los que mueren
De algo peor que vergüenza.
Yo muero de mirarte y no entender.





Poema de Rosario Castellanos.

jueves

Efectos Secundarios



Es correr de una habitación a otra dentro de tu cabeza... caer, caer y seguir en vuelo por mucho rato o hasta que descubres las manchas en la pálida pared que te muestran una nueva historia.

Encontrar que has estropeado algo nuevo, o de mucho tiempo atrás... solo recordar que te equivocaste y aun intentando reparar la parte de mundo que te tocó, no lograr sino volverlo de cabeza y huir a ninguna parte, lejos de ti y del planeta; hastiada, hasta nuevo aviso.

Despertar teniendo la certeza que será mejor y no conseguir descifrar el juego que todos ganan, menos tú. Es controlar la prisa de no hacer nada tumbada en la cama y aun así nunca terminar de planear el futuro; tomada de las manos del destino, creer que hay algo mas bajo esas gafas oscuras que te miran fijamente y no puedes superar...

Taun.

martes

Esperanzas y utopías



Sobre las virtudes de la esperanza se ha escrito mucho y parloteado mucho más. Así como sucedió y seguirá sucediendo con las utopías, la esperanza ha sido siempre, a lo largo de los tiempos, una especie de paraíso soñado de los escépticos. Y no sólo de los escépticos. Creyentes fervorosos, de los de misa y comunión, de ésos que están convencidos de que llevan sobre sus cabezas la mano compasiva de Dios defendiéndolos de la lluvia y del calor, no se olvidan de rogarle que cumpla en esta vida al menos una pequeña parte de las bienaventuranzas que prometió para la otra. Por eso, quien no está satisfecho con lo que le cupo en la desigual distribución de los bienes del planeta, sobre todo de los materiales, se aferra a la esperanza de que el diablo no siempre esté detrás de la puerta y de que la riqueza le entrará un día, más pronto que tarde, por la ventana. Quien todo lo ha perdido, pero tuvo la suerte de conservar por lo menos la triste vida, considera que le asiste el humanísimo derecho de esperar que el día de mañana no sea tan desgraciado como lo está siendo el día de hoy. Suponiendo, claro, que haya justicia en este mundo. Pues bien, si en estos lugares y en estos tiempos existiera algo que mereciese semejante nombre, no el espejismo habitual con que se suelen engañar los ojos y la mente, sino una realidad que se pudiese tocar con las manos, es evidente que no necesitaríamos andar todos los días con la esperanza en los brazos, meciéndola, o meciéndonos ella a nosotros en los suyos. La simple justicia (no la de los tribunales, sino la de aquel fundamental respeto que debería presidir las relaciones entre los humanos) se encargaría de poner todas las cosas en sus justos lugares. Antes, al pobre que pide al que se le acababa de negar la limosna, se le añadía hipócritamente que “tuviera paciencia”. Pienso que, en la práctica, aconsejarle a alguien que tenga esperanza no es muy diferente de aconsejarle que tenga paciencia. Es bastante común oír decir a los políticos recién instalados que la impaciencia es contra-revolucionaria. Tal vez lo sea, tal vez, pero yo me inclino a pensar que, al contrario, muchas revoluciones se perdieron por demasiada paciencia. Obviamente, no tengo nada personal contra la esperanza, pero prefiero la impaciencia. Ya es hora de que ésta se note en el mundo para que aprendan algo ésos que prefieren que nos alimentemos de esperanzas. O de utopías.



-Otros Cuadernos de Saramago




viernes

El peso de su ausencia




Uno de los efectos del enamoramiento loco y obcecado es que anula los sentidos para percibir lo que acontece a tu alrededor. Corta al ras la sensibilidad, la capacidad para la percepción. 
Te obliga a concentrar tanto la atención en un ser único que te aísla del resto del universo, te aprisiona dentro de una coraza y te mantiene al margen de otras realidades aunque éstas transcurran a dos palmos de tu cara. Cuando todo saltó por los aires, me di cuenta de que aquellos ocho meses que había pasado junto a Ramiro habían sido de tal intensidad que apenas había tenido contacto cercano con nadie más. Sólo entonces fui consciente de la magnitud de mi soledad. En Tánger no me molesté en establecer relaciones con nadie: no me interesaba ningún ser más allá de Ramiro y lo que con él tuviera que ver. En Tetuán, sin embargo, él ya no estaba, y consigo se habían marchado mi asidero y mis referencias; hube por ello de aprender a vivir sola, a pensar en mí y a pelear para que el peso de su ausencia fuera poco a poco haciéndose menos desolador. Como decía el folleto de las Academias Pitman, larga y escarpada es la senda de la vida.
Terminó agosto y llegó septiembre con sus tardes menos largas y las mañanas más frescas. Los días transcurrían lentos sobre el ajetreo de La Luneta. La gente entraba y salía de las tiendas, los cafés y los bazares, cruzaba la calle, se detenía en los escaparates y charlaba con conocidos en las esquinas. Mientras contemplaba desde mi atalaya el cambio de luz y aquel dinamismo imparable, era plenamente consciente de que yo también necesitaba cada vez con más urgencia ponerme en movimiento, iniciar una actividad productiva para dejar de vivir de la caridad de Candelaria y comenzar a juntar los duros destinados a solventar mi deuda. No daba, sin embargo, con la manera de hacerlo y, para compensar mi inactividad y mi nula contribución a la economía de la casa, me esforzaba al menos en colaborar en lo posible para aligerar las tareas domésticas y no ser sólo un bulto tan improductivo como un mueble arrumbado. Pelaba patatas, ponía la mesa y tendía la ropa en la azotea. Ayudaba a Jamila a pasar el polvo y a limpiar cristales, aprendía de ella algunas palabras en árabe y me dejaba obsequiar por sus eternas sonrisas. Regaba las macetas, sacudía las alfombras y anticipaba pequeñas necesidades de las que antes o después alguien tendría que encargarse. En sintonía con los cambios de temperatura, la pensión se fue también preparando para la llegada del otoño y yo cooperé en ello. Cambiamos las camas de todos los cuartos; mudamos sábanas, retiramos las colchas de verano y bajamos los cobertores de invierno de los altillos. Me di cuenta entonces de que gran parte de aquella lencería necesitaba un repaso urgente, así que dispuse un gran cesto de ropa blanca junto al balcón y me senté a enmendar desgarrones, reafirmar dobladillos y rematar flecos sueltos.


María Dueñas
El tiempo entre costuras

martes

Tren al abismo



—Mamá, ¿allá atrás se acaba el mundo?

  —No, no se acaba.

  —Demuéstramelo.

  —Te voy a llevar más lejos de lo que se ve a simple vista.

Lorenzo miraba el horizonte enrojecido al atardecer mientras escuchaba a su madre. Florencia era su cómplice, su amiga, se entendían con sólo mirarse. Por eso la madre se doblegó a la urgencia en la voz de su hijo y al día siguiente, su pequeño de la mano, compró un pasaje y medio de vagón de segunda para Cuautla en la estación de San Lázaro.

  Que la locomotora arrancara emocionó a Lorenzo, pero ver huir el paisaje en sentido inverso, despidiéndose de él, lo llenó de asombro. ¿Por qué los postes pasaban a toda velocidad y las montañas no se movían? Nada le preocupaba tanto como la línea del horizonte, porque seguramente llegarían al fin del mundo y caerían con todo y tren al abismo. Cuando se iba acercando a la parte más alta de la montaña, Lorenzo se levantó varias veces del asiento. «Allí viene el barranco; ahí se acaba todo». En los ojos del niño, Florencia leyó el horror al vacío.

  —No, Lorenzo, vas a ver que todo recomienza. Vas a encontrarte con un valle y a continuación otro valle. Después del Popo y del Izta hay otras montañas, otro horizonte, la Tierra es redonda y gira, no tiene fin, sigue, sigue y sigue, las puestas de sol dan la vuelta y van a otros países. Nunca se acaban.

  Aquel viaje alimentó a Lorenzo durante meses. Antes de dormir volvía a repasarlo para descubrirle algo que se le había escapado. El viaje le planteaba dilemas. «Entonces lo que veo, mamá, es sólo una parte insignificante de la totalidad». La alarmante limitación de los sentidos era motivo de otro desvelo. «¿Por qué el ojo no ve más allá? ¿Por qué no abarca más campo? ¿Entonces, mamá, soy yo el que no da para más?».



Título original: La piel del cielo
Elena Poniatowska, 2001

viernes

Adiós



...dije adiós en voz baja y di media vuelta para marcharme, me costó un esfuerzo infinito dar los cinco pasos que me separaban de la puerta giratoria. Cuando llegué al sitio en el que nos habíamos besado bajo la lluvia me quedé ahí parado más tiempo que en ningún otro lugar, recordando cómo ardían tus labios al tocar los míos y lo mal que estaba aquello pero lo bien que sentaba, y luego me largué.

Nubes de ketchup
Annabel Pitcher

sábado

Luna Menguante


Ser el humo del cigarro que sostienes con la mano y que aspiras por segundos de vez en vez .Eso debe ser tan mágico, increíblemente trágico cuando exhalas ese humo al aire.

Me imagino casi con seguridad
que la noche junto a ti es desgastante,
que tocarte es quizá como entender así de pronto el universo;
y no bastan cien vidas para olvidarte,
permanecer eternamente como luna menguante.
Ser la risa que te envuelve en instantes, de repente,
y que te hace parecer tan infantil.
Ser el aire que respiras o el paso que caminas;
no me importa mucho lo que pueda ser.

¡Quizá sea igual yo para ti, no me cuesta divagar!


B.I/J.Ch

La dejas marchar


(...)

Mirando fijamente el fondo de tu vaso,
esperando el día en que hagas durar un sueño,
pero los sueños llegan despacio y se van tan rápido.

La ves cuando cierras los ojos,
tal vez un día entenderás por qué
todo lo que tocas, de seguro que se muere.

Bien, solo necesitas la luz cuando se está consumiendo,
solo echas de menos el sol cuando empieza a nevar,
solo sabes que la quieres cuando la dejas marchar.
Solo sabes que has estado bien, cuando te sientes de bajón.
Solo odias la carretera cuando echas de menos tu casa,
solo sabes que la quieres cuando la dejas marchar.

Mirando fijamente al techo en la oscuridad,
el mismo sentimiento viejo y vacío en tu corazón
porque el amor viene despacio y se va tan rápido.

Bien, la ves cuando te quedas dormido,
pero nunca para acariciar y nunca para quedarse,
porque la quisiste demasiado
y te zambulliste demasiado profundo.

Bien, solo necesitas la luz cuando se está consumiendo,
solo echas de menos el sol cuando empieza a nevar,
solo sabes que la quieres cuando la dejas marchar.
Solo sabes que has estado bien, cuando te sientes de bajón.
Solo odias la carretera cuando echas de menos tu casa,
solo sabes que la quieres cuando la dejas marchar.
y la dejas marchar,
y la dejas marchar,
bien, la dejas marchar.


Passenger

Del top de mi sobredosis ruidosa, porque hay días para hablar, hasta con las piedras si gustas... y muchos otros para escuchar.

Taun.

martes

El calor que la primavera te negó.







Llegan a tu vida personas que te brindan el calor que la primavera te negó,
sales de un enfrascado sentimiento y parece fácil mirar atrás cuando alguien sostiene tu mano.

Antes de darte cuenta estas tendida en una cama ajena, pensando en que algo te detenía
pero ya no sabes que fue...

Hay personas que entran en tu vida con el pie derecho, se cuelgan de tu sonrisa y no la sueltan jamás.

Vienen y van, permanecen a tu lado o en tu cabeza; son de esos pocos individuos que tienen el poder de curar con palabras y alguna caricia fugaz.

Taun We

viernes

Herencia ponzoñosa

Me sentí vacío, también yo, y extrañamente pesado, como si el planeta girara demasiado deprisa, aumentando la gravedad, tirando de mí hacia el suelo. Exhausto de repente, me senté en la cama —su cama, quizá— y por motivos que no soy capaz de explicar, me tendí sobre aquellas sábanas mugrientas y clavé la mirada en el techo.

  «¿En qué pensabas, tumbado aquí por la noche? ¿También tú tenías pesadillas?»

  Empecé a llorar.

  «Cuando tus padres murieron, ¿lo supiste? ¿Pudiste sentir como se iban?»

  Lloré con más fuerza. No quería hacerlo, pero no podía parar.

No podía parar, así que pensé en todas las cosas malas, pensé con intensidad en todas esas cosas, más y más, hasta que me puse a llorar con tanta fuerza que tuve que dar boqueadas para poder respirar entre sollozos. Pensé en cómo mis bisabuelos habían muerto de inanición. Pensé en cómo habían arrojado sus cuerpos consumidos a incineradoras una gente a la que no conocían pero que les odiaba. Pensé en cómo los niños que vivían en la casa se habían abrasado y saltado por los aires porque un piloto a quien no le importaban había pulsado un botón. Pensé en cómo le habían arrebatado a mi abuelo su familia y en cómo debido a eso mi padre creció sintiendo que no tenía padre. Pensé en mí, en que padecía estrés agudo, en que me consumían las pesadillas y que ahora estaba sentado solo en una casa que se caía a trozos derramando lágrimas ardientes y estúpidas por la camiseta. Y todo debido a una pena acumulada durante setenta años que de algún modo me había sido transmitida como si se tratara de alguna herencia ponzoñosa, a unos monstruos a los que no podía combatir porque estaban todos muertos, a los que ya no podía ajusticiar ni castigar ni someter a ninguna clase de juicio. Al menos mi abuelo había podido alistarse en el ejército e ir a pelear contra ellos. ¿Qué podía hacer yo?


El hogar de Miss Peregrine para niños peculiares

lunes

Cartas que no saben volar



Están por todas partes, incluso algunas de ellas archivadas en mi mente. Las recito, pienso y recompongo muchas veces al día, sin lograr elegir la correcta me quedo con una colección interminable de palabras cargadas de diferentes sentimientos. La textura que adoptan al pasar por mis labios no acaba de gustarme, quiero dejarte un buen sabor de boca... quizá logre que respondas.



domingo

Hay quien dice...





“Hay quien dice que Dios antes de amasar el barro con que después fabricó al hombre y a la mujer, comenzó dibujándolos con una tiza en el cielo de la primera noche, de ahí nos viene la única certeza que tenemos, la de que fuimos, somos y seremos polvo y que en una noche tan oscura como aquella nos perderemos."


Todos los nombres / J. Saramago

miércoles

Para siempre

Siempre creo que todo va a durar para siempre, pero nada dura para siempre. De hecho, nada existe más allá de un instante, salvo las cosas que retenemos en la memoria. Yo siempre intento retenerlo todo —prefiero la muerte al olvido—, pero, al mismo tiempo, tenía muchas ganas de que nos fuéramos, dejándolo todo atrás. Y así es la vida: no hay modo de encontrarle sentido.
Llevaba seis meses y siete días con Jerry. Los árboles del parque empezaban a perder las hojas, un desorden amarillo y rojizo sobre la hierba, triste y crujiente, y cada vez morían más tiendas en la plaza, más puertas y escaparates quedaban tapados por placas de contrachapado. Había basura por todas partes, en el suelo, en la calzada o primero recogida en montones y luego aventada, como las hojas de los árboles, por algún camión al pasar. Las noches eran más tranquilas que antes, y siempre identificaba -sus- pasos cuando subía dando zapatazos por la escalera. Sus pisadas eran más lentas y más pesadas y sonaban más a cansancio que las pisadas de los demás inquilinos, incluidas las del -viejo-, que era gordo y padecía de asma y también tardaba muchísimo en subir.

  Estaba yo despierto, una noche, departiendo conmigo mismo, pero también pendiente de la llegada (...), como solía, cuando oí el ruido del portal abriéndose y cerrándose, y luego las lentas pisadas, tan familiares, subiendo el primer tramo de la escalera, hasta llegar al primer rellano y pararse a descansar, como siempre. Pensé que pronto abriría la puerta y, si no venía demasiado tocado, encendería la luz y se quedaría en calzoncillos y se sentaría en el borde de la cama y me hablaría un rato. Estaba ya llegando cuando oí el ruido. Nunca había oído el ruido que hace una persona al caerse por las escaleras, pero supe, cuando aún no había cesado, lo que significaba esa prolongada sucesión de golpes. Luego no hubo ningún sonido más, sólo el silencio, tendiéndose como una manta.

Sam Savage

viernes

Lavarse el alma




Creí que éramos iguales, dos gotas de agua en un eterno caer; y así me sentía la mayor parte del tiempo... con él, nada valía tanto la pena para detenerme, recapacitar, tratar de intuir hasta donde me llevaría tanta insensatez.

Sus bellos y feroces ojos me inundaban hasta derramar la mayor cantidad de lágrimas que -alguna vez- creí contener dentro; separarnos era similar a lavarse una y otra vez el alma, ponerla a secar prendida de broches al sol y luego de vuelta cuando teníamos tiempo de compartir, con el alma casi intacta, volver a dejarme ensuciar por su presencia. Era delicioso. Tenia una manera tan hermosa de pintarme el mundo que jamás di crédito a lo que se murmuraba sobre su tren de vida, la bajeza de sus actos, aceptar que era solo una más de sus encantadas;  como el solía llamar a las mujeres que de pronto nos topábamos y sé le quedaban mirando de manera rabiosa sin que ninguna llegara a decir una sola palabra.

Me volví la gota más pesada de la tempestad e irremediablemente me estrellé en el asfalto teñido de mentiras. Me devoró la alcantarilla, y una vez dentro de sus entrañas logré reconocerle como realmente era, su comportamiento y lo errada que me mantenía mientras nos "volvíamos" eternidad. Él prácticamente me consumía. Tomaba mis brazos como suyos, se colaba en mis venas y me llevaba al éxtasis de una noche que pronto fue la resaca del día siguiente, el que le seguía y así toda la semana. 

La abstinencia siempre ha sido la piedra en mi zapato...

Jamás se lo conté a nadie, al menos no de esta manera... realmente creí que si no me extrañaban lo suficiente como para preguntar en donde me metía, mucho menos tendría alguno el interés de escucharme, aún y cuando era evidente mi estado. sólo me faltaba escribir alguna leyenda en mis marcadas y enormes ojeras al llegar, algo como "sí, ando en malos pasos" o, "naufragué en la otra esquina y ahí me quedé tendida un mes". No sé, cuando estas tan sumergida en tanta basura, piensas que así será siempre y que aún sin ser buena prediciendo juras que mañana llegará el final.
 
Tengo las marcas recientes -color verde- en los dos brazos, mi interior se siente un tanto frágil y me cuesta encontrar la manera de vaciar mi alma... y por extraño que esto parezca, quisiera sentir que me extraña, que tengo un lugar a su lado, para disfrutar la lluvia, la caída... 
Siento añoranza, lo extraño tanto, lo quiero aún, mucho más de lo que debería y cuando pienso que ya me sustituyó me da coraje, celos, rabia y ganas de volver. Pero pronto comprendo que ya no soy la misma y con todo mi empeño no podría dejar de cuestionar esto y aquello, las miradas, la escasez de ternura y los chantajes para forzarme a conectarme con su realidad.
 
Me tenderé al sol el tiempo que sea necesario.


Taun


jueves

Inmensidades / Alguien dijo



Grandes pasiones en lugares pequeños, grandes tragedias en minúsculos escenarios. El ser humano guarda en su interior inmensidades que transporta consigo, es incapaz de minimizarlas y hacerlas desaparecer a su conveniencia. Las arrastra toda la vida con su mastodóntico volumen y se deja la piel en ello.
 

Alicia Giménez Bartlett
 

viernes

Eso era amor / Alguien dijo





Le comenté:
-Me entusiasman tus ojos.
Y ella dijo:
               -¿Te gustan solos o con rimel?
-Grandes
                    respondí sin dudar.
Y también sin dudar
me los dejó en un plato y se fue a tientas.


Ángel González

jueves

Tiritando

 
 
 
Dicen que si no puedes con ella, te le unas... la tristeza viene cantando las letras de Adele e irremediablemente doy mil parpadeos que disipen las lágrimas, porque en días así no queda mas que ajustarse lo que se haya movido de lugar y esperar a que el sentimiento pase.


Me quedé al filo de la banqueta, el charco más próximo reflejaba mi figura y esa mirada, esa que ya empezaba a extrañar lo que acababa de soltar. Los brazos aun estaban calientes y sin embargo algo dentro de mi tiritaba.



Podría seguir escribiendo y dando vueltas sobre el mismo tema, pensando y diciendo una oración quedita pero no menos cierta sobre cuanto es que lo siento, y es qué es verdad, se siente de más y se expresa aun menos de lo permitido. Como me apena no haber dicho a tiempo lo que ese mismo tiempo ya borró, las fibras más sensibles se han quedado interrumpidas y lo único que las termina de llenar es este nefasto y nada grato sentimiento de morirse poco a poco.


Sigue la música "Crazy for youuuu ♫", loca por todo, por ser lo más fácil que puede haber en el mundo, hacerse la loca cuando se debería pensar doble, hacer lo correcto y comportase desde el centro de la vida, de mi vida, de este  espiral que me ha tocado "torear".


-¿Pero que digo? Se han ido a la basura un montón de páginas en mi diario donde declaro lo contrario, que risa, que triste... amo las galimatías; son esa parte de tu vida que se ha quedado -por alguna razón- al margen de la historia y sin embargo cuentan tanto, valen tanto que es inservible negarse a que salgan a flote. Se me han juntado tantas y de tantos matices que no se por cual empezar, mi cabeza lanza ideas que a duras penas mis dedos logran expresar, captar, definir y dar a entender... 

Taun.



De día y de noche



(...) de día y de noche. 
Dondequiera que estemos, 
la sombra que trota detrás de nosotros 
tiene sin duda cuatro patas.




DOCTORA CLARISSA PINKOLA ESTÉS