Esta es la primer noche que lloro el haberte conocido, esa amistad que
tuvimos, el inmenso cariño que me inspirabas y lo unida que llegué a
sentirme a tu vida. Hoy, mas que ninguna otra triste noche, comenzaré a
dejarte donde perteneces. Ese lugar que es para ti, esa vida
lejos de mi querer e incondicionalidad.
Sin dolor no hay letras, ni palabras que valgan la pena. No te oprime
nada el pecho haciéndote recordar que ahí dentro late un corazón, un
estomago y quizá un pedacito de tu niñez que siempre espera algo más. Por eso me atrevo a escribirte...
Hoy me dueles, se quema una parte de mi... y sé que aun incinerando tus recuerdos,
todo lo que tuvimos y lo poco que esperaba obtener; tengo la certeza de que
este trago tan amargo de soportar me marcará de por vida y quedará
intacto en algún rincón de mi memoria.