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martes

Le sonreí



Le sonreí, llena de dolor, pero dentro de ese dolor acababa de descubrir algo muy importante. Él se había trasformado ahora en la persona que yo más quería en el mundo.

Mi planta naranja lima.



domingo

La llevo muy mal



Soportar ese dolor constante por tanto tiempo es realmente agotador, aún cuando no es tuyo, se siente muy real. Dormir a su lado me ha orillado a inventar una rutina noctámbula singular. Mis neuronas espejo me juegan una pasada, sufro más que él mientras duerme y olvida un poco, a veces así lo siento, soy puro egoísmo. Pero a mi favor pondré de escudo mi empatía a prueba de sermones.
La llevo muy mal. No poder calmarlo, aún intentando todo lo posible. Descubrir con un poco de asombro que el amor no lo cura todo, sino que lo empeora y te hace llorar en silencio cada noche, preguntarte por que a la persona que más amo, admiro y justo siento que no puedo vivir sin su hermosa compañía le aqueja, lo que sea que le pase, aún no hay diagnóstico, aunque si muchas esperanzas.
Hay muchas maneras de sobre llevar lo malo; la mía es nadar entre lágrimas por las noches, y al amanecer seguir tirando de la esperanza, de las sonrisas, de sus caricias y de este nudo en la garganta ni hablar... canto pésimo pero con muchas ganas, los vecinos también sufren esa parte, lo siento...
El dolor existe, en diferentes intensidades, por muchas razones; pero debo afirmar que al final todo pasa.
Intenta creerlo con muchas ganas, por mi, ayúdame a no olvidarlo.

Taun We

jueves

Verano que pinta...


Algunos cuerpos tienen tantos puntos por unir, y mi piel es una de ellas. Descubro uno nuevo cada día, me impresiona el silencio, la rapidez y la forma de cada uno; tan parecidos y diferentes. Tan irritantes y queridos al mismo tiempo. Supongo que son un recordatorio de lo diferente que soy. Me hacen insistir en la idea de que tal vez guardan alguna simetría, toman turnos para aparecer y quedarse, porque hasta hoy no he notado que alguno haya  decidido borrarse sin más

Es evidente que este verano me ha tomado bastante mal, tanto como para pasar las tardes observando los trozos de piel que aún servirán de lienzo; y mientras me pregunto el por qué de esto, y de mil cosas que giran en mi cabeza, me pondré pinta.

Taun We

sábado

Estrellada




Antes, muy de niña miraba el destino de frente. Colgada de aquella cerca, protegida bajo la sombra de un par de manzanos la vida parecía más fácil de la que me habita hoy. Antes lo planeaba y trataba como algo manipulable (ingenua). Últimamente el me analiza de pies a cabeza, saca su lista para "palomear" o cancelar con una cruz mis aciertos o faltas. El destino es cruel, mucho. La lista parece un cementerio de deseos, anhelos, sueños y "quizás" convertidos en nada. Enterrados por mi memoria, descartados por falta de entusiasmo y llorados en silencio mientras se desgarra mi corazón. Hilachas avejentadas cuelgan de el y a la vez estas sostienen a cinco, esas últimas personas que siguen conmigo y puedo contar con una mano, justo y preciso; mientras la otra mano me abofetea una, otra y otra vez sin lograr despertarme de este hastío agotador que me mantiene anclada a mi bunker; esperando (por primera ocasión) no salvarme de mi guerra personal, interior y «sencilla».
Tan simple que parece, tan complicada a la vez; como una madeja de estambre echa nudos. Ahora sólo desearía que ese ingrato porvenir me permitiera ser el gato que juega con ella, se aburre y sale a ver la noche estrellada.


Taun We


viernes

El peso de su ausencia




Uno de los efectos del enamoramiento loco y obcecado es que anula los sentidos para percibir lo que acontece a tu alrededor. Corta al ras la sensibilidad, la capacidad para la percepción. 
Te obliga a concentrar tanto la atención en un ser único que te aísla del resto del universo, te aprisiona dentro de una coraza y te mantiene al margen de otras realidades aunque éstas transcurran a dos palmos de tu cara. Cuando todo saltó por los aires, me di cuenta de que aquellos ocho meses que había pasado junto a Ramiro habían sido de tal intensidad que apenas había tenido contacto cercano con nadie más. Sólo entonces fui consciente de la magnitud de mi soledad. En Tánger no me molesté en establecer relaciones con nadie: no me interesaba ningún ser más allá de Ramiro y lo que con él tuviera que ver. En Tetuán, sin embargo, él ya no estaba, y consigo se habían marchado mi asidero y mis referencias; hube por ello de aprender a vivir sola, a pensar en mí y a pelear para que el peso de su ausencia fuera poco a poco haciéndose menos desolador. Como decía el folleto de las Academias Pitman, larga y escarpada es la senda de la vida.
Terminó agosto y llegó septiembre con sus tardes menos largas y las mañanas más frescas. Los días transcurrían lentos sobre el ajetreo de La Luneta. La gente entraba y salía de las tiendas, los cafés y los bazares, cruzaba la calle, se detenía en los escaparates y charlaba con conocidos en las esquinas. Mientras contemplaba desde mi atalaya el cambio de luz y aquel dinamismo imparable, era plenamente consciente de que yo también necesitaba cada vez con más urgencia ponerme en movimiento, iniciar una actividad productiva para dejar de vivir de la caridad de Candelaria y comenzar a juntar los duros destinados a solventar mi deuda. No daba, sin embargo, con la manera de hacerlo y, para compensar mi inactividad y mi nula contribución a la economía de la casa, me esforzaba al menos en colaborar en lo posible para aligerar las tareas domésticas y no ser sólo un bulto tan improductivo como un mueble arrumbado. Pelaba patatas, ponía la mesa y tendía la ropa en la azotea. Ayudaba a Jamila a pasar el polvo y a limpiar cristales, aprendía de ella algunas palabras en árabe y me dejaba obsequiar por sus eternas sonrisas. Regaba las macetas, sacudía las alfombras y anticipaba pequeñas necesidades de las que antes o después alguien tendría que encargarse. En sintonía con los cambios de temperatura, la pensión se fue también preparando para la llegada del otoño y yo cooperé en ello. Cambiamos las camas de todos los cuartos; mudamos sábanas, retiramos las colchas de verano y bajamos los cobertores de invierno de los altillos. Me di cuenta entonces de que gran parte de aquella lencería necesitaba un repaso urgente, así que dispuse un gran cesto de ropa blanca junto al balcón y me senté a enmendar desgarrones, reafirmar dobladillos y rematar flecos sueltos.


María Dueñas
El tiempo entre costuras

martes

Tren al abismo



—Mamá, ¿allá atrás se acaba el mundo?

  —No, no se acaba.

  —Demuéstramelo.

  —Te voy a llevar más lejos de lo que se ve a simple vista.

Lorenzo miraba el horizonte enrojecido al atardecer mientras escuchaba a su madre. Florencia era su cómplice, su amiga, se entendían con sólo mirarse. Por eso la madre se doblegó a la urgencia en la voz de su hijo y al día siguiente, su pequeño de la mano, compró un pasaje y medio de vagón de segunda para Cuautla en la estación de San Lázaro.

  Que la locomotora arrancara emocionó a Lorenzo, pero ver huir el paisaje en sentido inverso, despidiéndose de él, lo llenó de asombro. ¿Por qué los postes pasaban a toda velocidad y las montañas no se movían? Nada le preocupaba tanto como la línea del horizonte, porque seguramente llegarían al fin del mundo y caerían con todo y tren al abismo. Cuando se iba acercando a la parte más alta de la montaña, Lorenzo se levantó varias veces del asiento. «Allí viene el barranco; ahí se acaba todo». En los ojos del niño, Florencia leyó el horror al vacío.

  —No, Lorenzo, vas a ver que todo recomienza. Vas a encontrarte con un valle y a continuación otro valle. Después del Popo y del Izta hay otras montañas, otro horizonte, la Tierra es redonda y gira, no tiene fin, sigue, sigue y sigue, las puestas de sol dan la vuelta y van a otros países. Nunca se acaban.

  Aquel viaje alimentó a Lorenzo durante meses. Antes de dormir volvía a repasarlo para descubrirle algo que se le había escapado. El viaje le planteaba dilemas. «Entonces lo que veo, mamá, es sólo una parte insignificante de la totalidad». La alarmante limitación de los sentidos era motivo de otro desvelo. «¿Por qué el ojo no ve más allá? ¿Por qué no abarca más campo? ¿Entonces, mamá, soy yo el que no da para más?».



Título original: La piel del cielo
Elena Poniatowska, 2001

viernes

Adiós



...dije adiós en voz baja y di media vuelta para marcharme, me costó un esfuerzo infinito dar los cinco pasos que me separaban de la puerta giratoria. Cuando llegué al sitio en el que nos habíamos besado bajo la lluvia me quedé ahí parado más tiempo que en ningún otro lugar, recordando cómo ardían tus labios al tocar los míos y lo mal que estaba aquello pero lo bien que sentaba, y luego me largué.

Nubes de ketchup
Annabel Pitcher

sábado

Luna Menguante


Ser el humo del cigarro que sostienes con la mano y que aspiras por segundos de vez en vez .Eso debe ser tan mágico, increíblemente trágico cuando exhalas ese humo al aire.

Me imagino casi con seguridad
que la noche junto a ti es desgastante,
que tocarte es quizá como entender así de pronto el universo;
y no bastan cien vidas para olvidarte,
permanecer eternamente como luna menguante.
Ser la risa que te envuelve en instantes, de repente,
y que te hace parecer tan infantil.
Ser el aire que respiras o el paso que caminas;
no me importa mucho lo que pueda ser.

¡Quizá sea igual yo para ti, no me cuesta divagar!


B.I/J.Ch

La dejas marchar


(...)

Mirando fijamente el fondo de tu vaso,
esperando el día en que hagas durar un sueño,
pero los sueños llegan despacio y se van tan rápido.

La ves cuando cierras los ojos,
tal vez un día entenderás por qué
todo lo que tocas, de seguro que se muere.

Bien, solo necesitas la luz cuando se está consumiendo,
solo echas de menos el sol cuando empieza a nevar,
solo sabes que la quieres cuando la dejas marchar.
Solo sabes que has estado bien, cuando te sientes de bajón.
Solo odias la carretera cuando echas de menos tu casa,
solo sabes que la quieres cuando la dejas marchar.

Mirando fijamente al techo en la oscuridad,
el mismo sentimiento viejo y vacío en tu corazón
porque el amor viene despacio y se va tan rápido.

Bien, la ves cuando te quedas dormido,
pero nunca para acariciar y nunca para quedarse,
porque la quisiste demasiado
y te zambulliste demasiado profundo.

Bien, solo necesitas la luz cuando se está consumiendo,
solo echas de menos el sol cuando empieza a nevar,
solo sabes que la quieres cuando la dejas marchar.
Solo sabes que has estado bien, cuando te sientes de bajón.
Solo odias la carretera cuando echas de menos tu casa,
solo sabes que la quieres cuando la dejas marchar.
y la dejas marchar,
y la dejas marchar,
bien, la dejas marchar.


Passenger

Del top de mi sobredosis ruidosa, porque hay días para hablar, hasta con las piedras si gustas... y muchos otros para escuchar.

Taun.

viernes

Herencia ponzoñosa

Me sentí vacío, también yo, y extrañamente pesado, como si el planeta girara demasiado deprisa, aumentando la gravedad, tirando de mí hacia el suelo. Exhausto de repente, me senté en la cama —su cama, quizá— y por motivos que no soy capaz de explicar, me tendí sobre aquellas sábanas mugrientas y clavé la mirada en el techo.

  «¿En qué pensabas, tumbado aquí por la noche? ¿También tú tenías pesadillas?»

  Empecé a llorar.

  «Cuando tus padres murieron, ¿lo supiste? ¿Pudiste sentir como se iban?»

  Lloré con más fuerza. No quería hacerlo, pero no podía parar.

No podía parar, así que pensé en todas las cosas malas, pensé con intensidad en todas esas cosas, más y más, hasta que me puse a llorar con tanta fuerza que tuve que dar boqueadas para poder respirar entre sollozos. Pensé en cómo mis bisabuelos habían muerto de inanición. Pensé en cómo habían arrojado sus cuerpos consumidos a incineradoras una gente a la que no conocían pero que les odiaba. Pensé en cómo los niños que vivían en la casa se habían abrasado y saltado por los aires porque un piloto a quien no le importaban había pulsado un botón. Pensé en cómo le habían arrebatado a mi abuelo su familia y en cómo debido a eso mi padre creció sintiendo que no tenía padre. Pensé en mí, en que padecía estrés agudo, en que me consumían las pesadillas y que ahora estaba sentado solo en una casa que se caía a trozos derramando lágrimas ardientes y estúpidas por la camiseta. Y todo debido a una pena acumulada durante setenta años que de algún modo me había sido transmitida como si se tratara de alguna herencia ponzoñosa, a unos monstruos a los que no podía combatir porque estaban todos muertos, a los que ya no podía ajusticiar ni castigar ni someter a ninguna clase de juicio. Al menos mi abuelo había podido alistarse en el ejército e ir a pelear contra ellos. ¿Qué podía hacer yo?


El hogar de Miss Peregrine para niños peculiares

Lavarse el alma




Creí que éramos iguales, dos gotas de agua en un eterno caer; y así me sentía la mayor parte del tiempo... con él, nada valía tanto la pena para detenerme, recapacitar, tratar de intuir hasta donde me llevaría tanta insensatez.

Sus bellos y feroces ojos me inundaban hasta derramar la mayor cantidad de lágrimas que -alguna vez- creí contener dentro; separarnos era similar a lavarse una y otra vez el alma, ponerla a secar prendida de broches al sol y luego de vuelta cuando teníamos tiempo de compartir, con el alma casi intacta, volver a dejarme ensuciar por su presencia. Era delicioso. Tenia una manera tan hermosa de pintarme el mundo que jamás di crédito a lo que se murmuraba sobre su tren de vida, la bajeza de sus actos, aceptar que era solo una más de sus encantadas;  como el solía llamar a las mujeres que de pronto nos topábamos y sé le quedaban mirando de manera rabiosa sin que ninguna llegara a decir una sola palabra.

Me volví la gota más pesada de la tempestad e irremediablemente me estrellé en el asfalto teñido de mentiras. Me devoró la alcantarilla, y una vez dentro de sus entrañas logré reconocerle como realmente era, su comportamiento y lo errada que me mantenía mientras nos "volvíamos" eternidad. Él prácticamente me consumía. Tomaba mis brazos como suyos, se colaba en mis venas y me llevaba al éxtasis de una noche que pronto fue la resaca del día siguiente, el que le seguía y así toda la semana. 

La abstinencia siempre ha sido la piedra en mi zapato...

Jamás se lo conté a nadie, al menos no de esta manera... realmente creí que si no me extrañaban lo suficiente como para preguntar en donde me metía, mucho menos tendría alguno el interés de escucharme, aún y cuando era evidente mi estado. sólo me faltaba escribir alguna leyenda en mis marcadas y enormes ojeras al llegar, algo como "sí, ando en malos pasos" o, "naufragué en la otra esquina y ahí me quedé tendida un mes". No sé, cuando estas tan sumergida en tanta basura, piensas que así será siempre y que aún sin ser buena prediciendo juras que mañana llegará el final.
 
Tengo las marcas recientes -color verde- en los dos brazos, mi interior se siente un tanto frágil y me cuesta encontrar la manera de vaciar mi alma... y por extraño que esto parezca, quisiera sentir que me extraña, que tengo un lugar a su lado, para disfrutar la lluvia, la caída... 
Siento añoranza, lo extraño tanto, lo quiero aún, mucho más de lo que debería y cuando pienso que ya me sustituyó me da coraje, celos, rabia y ganas de volver. Pero pronto comprendo que ya no soy la misma y con todo mi empeño no podría dejar de cuestionar esto y aquello, las miradas, la escasez de ternura y los chantajes para forzarme a conectarme con su realidad.
 
Me tenderé al sol el tiempo que sea necesario.


Taun


lunes

Se va mi voz



Te vas de mi, y me dejas el frío que todo entume

te alejas poco a poco, con la fuerza de una gacela

te pierdo amor mientras mi mano ondula al viento

te digo adiós, mi vida
 y se va mi voz, mi placer... la mitad de mi ser.
Taun.

sábado

Escóndeme / Alguien dijo


Escóndeme

Escóndeme que el mundo no me adivine.
Escóndeme como el tronco su resina, y
que yo te perfume en la sombra, como
la gota de goma, y que te suavice con
ella, y los demás no sepan de dónde
viene tu dulzura...

Soy fea sin ti, como las cosas desarraigadas
de su sitio; como las raíces abandonadas
sobre el suelo.

¿Por qué no soy pequeña como la almendra
en el hueso cerrado?

¡Bébeme! ¡Hazme una gota de tu sangre, y
subiré a tu mejilla, y estaré en ella
como la pinta vivísima en la hoja de la
vid. Vuélveme tu suspiro, y subiré
y bajaré de tu pecho, me enredaré
en tu corazón, saldré al aire para volver
a entrar. Y estaré en este juego
toda la vida.
 

jueves

El próximo abril


Él roba placeres, meses y pensamientos, vive muy dentro de mi. Y al parecer le gusta ser inoportuno y duradero. Amanece meciéndose en mis venas y al medio día detona la chispa de este terco amor que se niega a morir. 
Por la tarde me hace querer correr hacia alguna parte, librar los obstáculos para simplemente apaciguar estas infinitas ganas de tenerle cerca, de sentir y saber que aun esta ahí, para mi.


El otro día, mientras conducía se ha atrevido a trastornar mi entorno y  cada persona que pasaba o se cruzaba en mi camino tenia algo de él. Su sonrisa, la mirada o ese gesto que lo vuelve tan irresistible... 

Seguramente estamos destinados a pisar el mismo lugar, aunque por hoy vivamos tiempos difíciles y distantes; quizá en otra vida, tal vez el próximo abril compartamos la tibia primavera.

sábado

Mi Soledad (Alguien dijo)



Uno de los efectos del enamoramiento loco y obcecado es que anula los sentidos para percibir lo que acontece a tu alrededor. Corta al ras la sensibilidad, la capacidad para la percepción. Te obliga a concentrar tanto la atención en un ser único que te aísla del resto del universo, te aprisiona dentro de una coraza y te mantiene al margen de otras realidades aunque éstas transcurran a dos palmos de tu cara. Cuando todo saltó por los aires, me di cuenta de que aquellos ocho meses que había pasado junto a "Él" habían sido de tal intensidad que apenas había tenido contacto cercano con nadie más. Sólo entonces fui consciente de la magnitud de mi soledad.


El Tiempo Entre Costuras
María Dueñas