La música tiene un efecto sanador equivalente a un cóctel de las mejores y más coloridas capsulas. Aun antes de sentir el enorme malestar algo me dice que esta a punto de hacerse presente. Cerrando los ojos empiezo a controlar el inevitable temor que se cuela por las grietas que han quedado tras el derrumbe de mi salud.
Si me encuentro en casa me acomodo en el sillón soltando toda la tensión que puedan presentar mis hombros, cuello y brazos. Enciendo el reproductor, dejo paso libre a cada nota emitida. Elevando los brazos y dejando fluir el malestar anidado en mi vientre aspiro grandes bocanadas de aire sosteniendo y manteniendo la mayor estabilidad para luego soltarlo en pequeñas cantidades. El estallido llega a su punto máximo cuando siento sudar frío y mis extremidades tiritan por unos minutos; aun así trato de concentrarme en lo que la música me hace sentir, sin dar demasiada importancia al inevitable dolor; las emociones brincan de un lado a otro y aun con todo lo malo que pueda parecer siento placer en vivir dentro de este caparazón y sigo el ritmo torpemente moviendo la cabeza y manos lentamente, mientras vuelve la calma.
Quizá por ahora mi cuerpo se encuentre en una tremenda guerrera pero por mi parte he decidido mantenerme firme ante la adversidad y aunque no pueda controlar todo lo que ahí dentro sucede en gran parte si puedo minimizar el daño, esperar con el mayor de los temples y serenidad la llegada de la victoria.
http://youtu.be/cJxTcFFErYg
http://youtu.be/cJxTcFFErYg