Él tiene el poder de caer sobre mí, junto o alrededor inundándolo todo. Es como una hermosa ave posándose con tal garbo y entendiendo la belleza que ven mi ojos en su aparente y normal apariencia, cada movimiento cobra significado.
Avanza sigiloso, primero observa el entorno y calcula cada paso. Me guiña el ojo, extiende su torneado brazo y me atrae irremediablemente, al tiempo que murmura un pequeño saludo.
Juega con sus manos, recorren poco a poco mis costados. Una de ellas me atrapa por la cintura mientras la otra roza una y otra vez mi mejilla fría. Su piel es tan cálida. En ese punto es poco lo que puedo pensar, se apodera de mi ideas y la única que no es censurada se centra en su encanto, ese que me lleva al placer.
Me posee y lo disfruto, me revive al tiempo que lo veo mucho más fuerte que antes. La tarde se torna noche; y esta madrugada... los momentos son esplendidos, no quisiera que se fuera y sé perfectamente que cuando me besa en medio del amanecer sobre la banqueta fría, y trata de cerrar mi bata para que no pase el frescor, me dice cuanto me quiere - yo lo entiendo, lo hice tantas veces, siempre fui la que se despedía-. Aunque yo no pueda decirlo "todo bien" soy cortes y le digo al oído, muy quedito "cuídate" en lugar de esa palabra que el espera y quizá tal vez algún día salga de mi boca, sin embargo ahora así esta bien.
Un beso en la mejilla, un adiós.
Espero que se cuide, que sea feliz que haga lo que quiera y no estar pendiente de ello. Así estoy bien, sin enfados que lo arruinen todo, sin palabras que duelan, sin actos impulsivos... sin todo lo malo que desvanece el amor.
P.D: Estoy aprendiendo, aunque duela mi vida sigue... o mejor dicho, todo sigue su curso, todo pasa por alguna razón. Yo esperaré...
