Translate

Mostrando las entradas con la etiqueta Sobreviviendo entre mil letras. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta Sobreviviendo entre mil letras. Mostrar todas las entradas

miércoles

Autobiografía en cinco pasos / Alguien dijo



1. Bajo por la calle.
Hay un hoyo profundo en la acera.
Me caigo dentro,
estoy perdido… me siento impotente.
No es culpa mía.
Tardo una eternidad en salir de él.

2. Bajo por la misma calle.

Hay un hoyo profundo en la acera.
Finjo no verlo.
Vuelvo a caer dentro.
No puedo creer que esté en el mismo lugar.
Pero no es culpa mía.
Todavía me lleva mucho tiempo salir de él.

3. Bajo por la misma calle.

Hay un hoyo profundo en la calle.
Veo que está allí.
Caigo en él de todos modos… es un hábito.
Tengo los ojos abiertos.
Sé dónde estoy.
Es culpa mía.
Salgo inmediatamente de él.

4. Bajo por la misma calle.
Hay un hoyo profundo en la acera.
Paso por el lado.

5. Bajo por otra calle.



–Poema de Portia Nelson mencionado en “El Libro Tibetano de la Vida y de la Muerte” de Sogyal Rimpoché.



viernes

Despertaré mil veces







¿Por qué experimentamos dolor constante? 

En qué momento dejamos entrar hasta lo más profundo de nuestro ser la semilla de la duda que germina soledad. Falta de acompañamiento constante aun estando en tu círculo y "contenida".

Me preguntó en qué lugar recóndito y oscuro nace la angustia que nos hace reconocer que siempre hay un mañana, siempre... Quizá no el esperado, no el despertar soleado y energético que te impulsa y te mantiene a salvo de esa perra brava que vive en los rincones acechando para caer sobre tu cuerpo, entrar en tu mente, fecundar desolación.

Justo hoy la siento dueña de mis emociones y aún así me permite escribir. Es una maldita que abre los ojos; amplía la visión, te das cuenta que en los peores momentos, terminales de autobuses, hospitales, cárcel e incluso con el corazón roto; sin los que dijeron acompañarte, no tienes a nadie más fiel. Perra tenías que ser, maldita soledad, como el mejor amigo del hombre. Hoy comprendí que cuando el barco se hunde las ratas huyen primero. Y quién las necesita, solo son eso: Estúpidas bolas de pelo que viven a costa de los demás, propagan enfermedades y al final, por la noche cuando la quieta calma lo cubre todo, en sus sueños o desvelos se reconocen como tal, se sienten más solas, vacías, amargadas y tóxicas por tanta mierda que esparcen diaria y sutilmente. 

Siempre hay un mañana, después de todo, quizá se sientan como mil mañanas antes de despertar en tus brazos y tener a la fiel mascota para cuando necesitemos tiempo fuera, vamos a ser solo dos y jalaremos la cadena del retrete que la vida nos regala para expulsar lo que sobra.



Taun We / 2018 ---->




martes

Vuelvo...


A veces me siento y pienso detenidamente en cómo tus ojos se posaban sobre mi, lo rápido que parecían pasar los momentos; pero no era así, porque hoy a la distancia todo se vuelve más real, incluso más tangible que el día que el calor de tu mirada tibiaba mi existencia, su brillo alumbraba la oscuridad y el saber que me acompañas a donde fuera era suficiente motivo para seguir viva; nos damos cuenta de lo importante tarde, tan a destiempo que tu mirada me vigila desde otro plano. 
No sé si leerás estas letras sobre mi hombro y te asombraras de lo poco que he logrado avanzar... vuelvo sobre mis pasos, gastada y maltrecha con algunas historias repetidas, vuelvo aunque jamás me fui o intenté hacerlo.

Con sólo guardar silencio y observar desde lejos me sonaba a despedida, pero esta nunca llegó.

Taun.

jueves

Vuelve



Todos los sentimientos se disolvieron, la presión de la rutina, un día tras otro y dejamos de ser los que se buscan para dar paso a este absurdo temblor que consigue la añoranza; lo único que nos indica que seguimos vivos. El movimiento involuntario de las extremidades se generaliza de un segundo a otro colocando el corazón, ajustando su latir constante, alterando su función... y así nos quedamos, tambaleando sobre el recuerdo mientras la nostalgia nos habla quedito al oído, algo dentro nos desgarra sin llegar a sangrar mientras los ojos gritan "vuelve".

-Taun We

martes

Creencias



Envueltos en creencias transitamos...

No está de más decirlo, las creencias troqueladas en cada uno, en cada una, son nuestro punto ciego, el mapamundi de nuestra ignorancia, el semillero de nuestras dolencias. Y desde ellas, más allá de ellas y, a pesar de ellas, renacemos e incluso despertamos.

-Dalia M. Baptista

Palabras Contra el Olvido II


Palabras contra el olvido, contra esa oscuridad que  devora hasta la luz del día.

Hablar para combatir el olvido es natural en los hombres. Articular palabras que se deslizan sobre el espacio hasta caer en oídos de otros, es una comunión cotidiana que se disfruta a diario, desde "Buenos días" hasta el hablar de los amantes en las horas de la noche; porque los hombres no somos sino palabras que se transforman en tabiques, muebles, guisos, bailes, poemas, conocimiento, hijos y silencios.

Las palabras contra el olvido nos aproximan al mundo que se extiende más allá de lo tangible, al futuro, pasado y presente tejidos en la realidad más fina, a las palabras de los muertos, al susurro de una tierra recién arada. A los andares y vestires de quienes transitamos las calles, los mares y las sierras. Luchar contra el olvido llevando como arma las palabras es una labor grata en tierra de cantores. 
Combatamos pues el olvido, basta con observar nuestro derredor, hablar y permitir que el silencio llegue sólo como pausa. Así se libra esta batalla. 

Jesús Paredes 




domingo

El Clavo / Alguien dijo



Todo lo revivido se estremece.
Repites las historias muy despacio
con los nombres del mundo de los muertos
pues lo bello, al final, resulta triste.

Las huidas sin carrera son la imagen
grotesca de los sueños, el agua que se escapa
entre las manos y, por eso, prefieres
cambiar aquellos nombres y lugares, dejar
sólo los hechos con los sentimientos
que arrastran.
Puede ser una señal
y casi te deslumbra.
En el dolor, no obstante,
el abrazo es más rápido que un cepo.
Ser uno mismo, sí, pero antes ser de otros.



Un intruso nos somete, 1997
Juan Carlos Abril

sábado

Clara (Alguien dijo)

A veces, sin decir ninguna palabra, me abre la puerta de la habitación y yo, que suelo estar sentada en el pasillo cazando mariposas al vuelo, con algún libro en la mano de los que ella me dejó hace tanto, o contando las baldosas grises y blancas que me acercan a su puerta mientras pienso qué podría yo contarle esa noche antes del paseo, entonces, me levanto y voy tanteando la penumbra hacia el hueco que ha quedado abierto entre madera y pared. Y acerco tanto mi cara a la tan estrecha rendija que nos separa que puedo sentir el vaho del vacío oscuro que hay en su habitación y el aliento de su soledad no forzada, aunque mucho menos querida de lo que las dos creímos al principio. Respiro de su mismo aislamiento y le pregunto entonces que si hoy tampoco. Le digo: «Clara, Clara, ¿hoy tampoco?», y ella me susurra que no, que hoy tampoco. «¿Y el paseo?», le digo casi sin voz. Y ella primero calla y luego me dice que caminará al llegar a la página ciento ochenta y tres de su libro, el que ahora lee o escribe. No sé. No sé qué hace. Pero entonces le pregunto si me dejará pasear con ella y, a veces, después de años de espera, me dice que sí. Y a veces me dice que no. Y vuelve a cerrar la puerta. Y entonces, cuando se encierra de nuevo, me ahogo de ansiedad y me sorprendo tendida de cuerpo entero sobre las heladas baldosas grises y blancas del pasillo. Porque, ¿qué sé yo cuándo va a volver a abrir? Y porque, ¿qué sé yo si ella querrá verme en su próximo paseo o no?
Voy a la cocina y preparo una taza de leche. No la bebo porque es para ella, que tampoco la bebe.
No sé qué hace en la habitación. Al principio se lo preguntaba: «Clara, Clara, ¿qué haces?», y no me contestaba. Y yo pensaba que estaría dormida y la dejaba dormir. También al principio, otros amigos —los afables amigos que antes solían venir a casa— se acercaban lentamente a su puerta y se interesaban con voz festiva por ella. «Vamos, Clara, Clarita», decían. «Sal de ahí, que queremos verte y hablarte. Queremos hablar contigo, Clara. Pero así no podemos. Anda, sal de ahí». Y ella no contestaba ni tampoco salía. Yo a veces le oía susurrar a kilómetros de distancia un sonido triste, perdido, que se iba transformando en la palabra mentira. Y nuestros amigos, los amigos tan amables que antes venían a casa, me comentaban durante la cena fría que qué pena, con lo deliciosa que era Clara. Y lo inteligente. Y también a veces decían que con un futuro tan brillante, y que con lo bien que hablaba. Y yo me confundía y pensaba: «Pero si nunca la escuchabais, si nunca creísteis lo que decía, si nunca mirabais sus ojos, si nunca prestabais atención».
«De todos modos, yo creo que Clara sigue siendo una dulce y triste damita…»
«Encantadora y lánguida…»
Y a veces, entonces, podía caerse la lámpara de arriba o llegar hasta nosotros el estruendo de un vidrio al quebrarse contra algún muro.
«¿Es Clara, Clarita?», preguntaban.
«No. Será el gato».
Nuestros buenos amigos ya no vienen tanto a casa. Yo no sé si era el gato, pero tampoco sé si era Clara. Ella ya no salía de la habitación y el gato apareció muerto en la despensa una mañana de invierno hace ya dos años. Lo encontramos al amanecer. Hacía tanto frío y el pobre gato estaba tan tieso y con los ojos tan abiertos, mirándonos fijamente, rogándonos que lo sacáramos de allí. Clara lo recogió del suelo, lo miró y se lo acercó un poco. Lo mantuvo junto a su pecho durante un breve instante y dijo «ha muerto». A continuación lo tiró al contenedor de basura y cerró la ventana. «Te prepararé el desayuno y luego podemos ir a pasear hasta el lago».
—Pero si llueve —dije yo.
Ella me miró y se fue hacia el armario de las tazas.
—Si no quieres venir, puedes quedarte leyendo o también puedes empezar a buscar el espíritu del gato. Seguramente estará por el piso de arriba. Si no lo haces tú ahora, tendremos que hacerlo las dos esta tarde o mañana. No podemos dejar que vagabundee solo por ahí, sin saber en qué parte de la casa va a querer quedarse. Tendremos que poner su comida allí donde él esté, y supongo que se decidirá por el piso de arriba. Siempre le ha gustado más.
Desayunamos y fui con ella hasta el lago. No quería buscar el espíritu del gato yo sola por las habitaciones oscuras de escaleras arriba.
A veces Clara se quedaba toda la noche sentada ante su mesa sin dormir, pero a la mañana siguiente seguía siendo ella quien venía temprano a mi habitación para despertarme y para contarme: «Hoy pasearemos hasta el lago». «Hoy dormiremos hasta la hora de comer». «Hoy contaremos los libros de las estanterías y leeremos primero los que tengamos dos veces, porque eso quiere decir que nos gustaron mucho en dos momentos distintos». «Hoy escribiremos sentadas en las escaleras, yo arriba y tú abajo». «Hoy iremos a la ciudad a comprar un perro». «Hoy no nos vestiremos y saldremos así, en camisón». Y yo solía decir: «Pero si llueve». Entonces ella me miraba: «Hoy bailaremos danzas turcas». «Hoy daremos ración doble al gato». Y una mañana dijo: «Hoy no hablaremos». Y otra mañana dijo que hoy se encerraría en su habitación para siempre y que no saldría jamás. Y yo pensé: «Pero si hoy no llueve».
Y se encerró.
Yo imaginaba lo que podría estar haciendo. Estaría sentada en el suelo con un libro delante, o en la silla mirando una hoja blanca de papel que nunca empezaba a escribir, o frente a la ventana cerrada, atontada con las nubes grises, y pensé que saldría por la noche a la hora de la cena porque venía gente.
Pero no salió. Y la gente llegó, cenó y se marchó.
—Qué pena que Clara esté indispuesta.
—Sí —decía yo.
Y miraba hacia arriba, con la esperanza de verla aparecer en cualquier momento.
Cuando desapareció el último de sus amigos, supe que Clara se había encerrado. Y el espíritu del gato atravesó velozmente la casa ante mis ojos.
Entonces me dejé caer al suelo y me deshice el pelo.

Pilar Adón / El mes más cruel

Dos lunares


Y recordó cómo sonrió, hacía años, la noche en que miraron al cielo desde el acantilado, junto al faro, cuando le hizo creer que las pecas que moteaban su nariz eran estrellas caídas del cielo. Ella lo había celebrado levantando los brazos en señal de victoria, y él la había cargado para abrazarla mientras giraban sobre la roca, la niña pataleando en el aire de pura felicidad. Hoy las pecas habían desaparecido dejando tan sólo dos lunares. El hombre supo ahora que también había desaparecido la niña.

Paul Pen / 2013

domingo

Tú me acostumbraste


Tu me acostumbraste...
Te extraño amor; tus besos, tu piel, esas palabritas en mi oído.
Nuestros cuerpos golpeando el espacio que nos separa mientras estás dentro de mi, vida.
Te extraño en mi cama, en la tuya, en el carro o donde las ganas nos encuentren... 

Taun We

lunes

Sinónimo esperanza


Hola Cielo. Te extrañé mucho, como siempre... creo. Pero no importa en el fondo estoy muy agradecida porque eres parte de mi vida, una muy importante y eso no va a cambiar nunca, ni la distancia, ni el tiempo cambiará mis sentimientos por ti.  A veces me pregunto porque la vida nos puso en el mismo camino, y he llegado a la conclusión que es para que seas mi pensamiento favorito, mi mejor recuerdo y el sinónimo de la palabra esperanza. Sin ti mi vida no tendría mucho sentido, no él que tú le das. Gracias corazón, he aprendido mucho estos días, casi todo lo que treinta años me negaron lo he vivido en un mes... Ojalá la suerte de conocernos sea la misma que un día nos dé la oportunidad de compartir más que letras y este amor incompleto e incondicional. Un beso de buenas noches, de buenos días. Un beso grande por ser quien eres y a quien tanto amo. 

Taun.

martes

El Futuro


Y sé muy bien que no estarás.
No estarás en la calle,
en el murmullo que brota de noche
de los postes de alumbrado,
ni en el gesto de elegir el menú,
ni en la sonrisa que alivia
los completos de los subtes,
ni en los libros prestados
ni en el hasta mañana.
No estarás en mis sueños,
en el destino original
de mis palabras,
ni en una cifra telefónica estarás
o en el color de un par de guantes
o una blusa.
Me enojaré amor mío,
sin que sea por ti,
y compraré bombones
pero no para ti,
me pararé en la esquina
a la que no vendrás,
y diré las palabras que se dicen
y comeré las cosas que se comen
y soñaré las cosas que se sueñan
y sé muy bien que no estarás,
ni aquí adentro, la cárcel
donde aún te retengo,
ni allí fuera, este río de calles
y de puentes.
No estarás para nada,
no serás ni recuerdo,
y cuando piense en ti
pensaré un pensamiento
que oscuramente
trata de acordarse de ti.

El Futuro / Julio Cortázar

domingo

De lejos viene / Elsa Cross



Cuando lo sepas quisiera ver tu cara.
Por que vas a saberlo
aunque no te lo diga
ni leas estos poemas.
¿Cambiará algo entonces?
Es imposible
que no adviertas aún mi turbación:
tanto desorden de miradas,
tanta avidez
registrando el más breve de tus gestos.
¿Y nada modifica tu indolencia?
Ah, íntegro varón, que Dios te guarde.
Pero voy a aclararte
en nombre de esta cólera
y a manera de agravio,
que si te amo
es seguramente por error.
has de saber
que nunca me gustaron ojos desteñidos
ni maneras solemnes,
menos aún cabello lacio y bien peinado
(y de la solemnidad líbrame Dios, libérame).
También has de saber que eres
demasiado sencillo para mi soledad,
demasiado humano para mi deseo,
demasiado lineal
para la arquitectura de este laberinto.
Pero ya basta: pido una disculpa.
Ocurre tal vez
que sólo seas un poco distraído.
Vendrá entonces de ti
el reconocimiento
o una sincera frase paternal.


Elsa Cross
De "El vino de las cosas"
Ediciones Era 2004

miércoles

Desconexión


Desconectada del mundo.
Las circunstancias, deseos, frustraciones de otros me llegan y mientras los entiendo, me alegran o entristecen; me atrevo a opinar y ofrecer lo mejor para todos, pero siempre queda un espacio sin definición en el cual flotan un millón de pensamientos dispersos dirigidos a mi pareja, hija y círculo familiar cercano.

Me encuentro en un momento de cambios, conflictos menores y una pizca de desesperanza.

No son ustedes, soy yo.... El hámster en mi cabeza no deja de girar, no distingo entre lo que está bien o está mal. Etapas, etapas donde no terminas de encontrarte y hacer las pases con tu reflejo.

Por ahora, no busco consuelo... No es una opción.


Taun.

sábado

...Comprendí


“…comprendí que no hay lugar más lejano adonde marcharse que irse al fondo de sí mismo, a ese final de mundo donde solo convive uno consigo mismo. Ahí me fui, a la espera de que mi corazón se rompiera o se hiciera de bronce”.

-Así en la vida como en los libros / Sael Ibáñez

jueves

Fiesta


Todos mis amantes volvieron hoy a visitarme
La polifonía comenzó con el alba y seguí sus pulsaciones:
Me desplegué sobre sus líneas verticales o redondas
Los aceché con mi lengua
Las bocas se multiplicaron en medio de los sexos danzantes
Los dejé encallar en mí delta
O deslizarse por el cuerpo inventado a sus caprichos.

Navegaron sin tropiezos en las aguas que me sostenían
Curvaron en mis ondulaciones
Jugando a sofocarme en sus corrientes
Y me abrían el hambre de más olas.

¡De pronto
Mis amantes sintieron pánico
Soltaron las ganas
Salieron de escenas!

Desperté
con el cuerpo molido
detrás del escaparate.


Poemas de Hincaduras / Dalia Margot Baptista Araujo
Publicado por bid & co. editor en 2013 en la ciudad de Caracas, Venezuela

Volver contigo



-No tenía de dónde escoger. 
Eras tú o Nadie. 
Por esa razón hui con Nadie. 
Al menos cuando terminé con Nadie me ofreció una alternativa: volver contigo.


Fuente: Crónicas de olvido

domingo

Otro día nefasto


Subí las escaleras, dejé la taza en la mesilla que había junto a mi cama y me metí debajo del edredón sin desvestirme. Amontoné las almohadas y estiré la mano para coger el té. Cuando el líquido caliente y dulce llegó a mi torrente sanguíneo me di cuenta de lo fría y vacía que me sentía.

Estaba muerta de cansancio, pero no podía cerrar los ojos. Así que me quedé allí sentada toda la noche, tapada hasta el cuello con el edredón, hasta que la luz entró a través de las cortinas. En algún punto entre el sueño y la vigilia, mi cerebro registró que acababa de comenzar otro día nefasto.

Título original: Numbers
Rachel Ward, 2011

sábado

Un poco contigo, y en gran parte sin mí.


Por alguna extraña razón se han archivado nuestras antiguas conversaciones, las bromas, tus verdades incómodas, mis burlas y ese «todo» que fuimos. 
¿Sabes qué me cuesta más que aceptar que perdí? Me duele descubrir que es evidente que no te supero, estás pero no; al mismo tiempo, es muy cruel darme cuenta que te extraño, tanto que no puedo expresar lo que me duele en este momento. 
Cuan diferentes seríamos de haber seguido por el mismo camino. 
He llorado un poco al leerte como antes, ese compadrazgo que teníamos no lo he podido igualar, me quedé un tanto hueca, deje de confiar como solía. Eras un sol, alegrabas mi vida y sé que me querías más de lo fuiste capaz de admitir.
 ¿Haz notado lo grande que nos vemos, lo poco que sonreímos al coincidir? Disculpa la frialdad de la última vez, sentía el corazón palpitar justo bajo mi lengua y me puse seria, tensa, quizá un poco naranja; como una hoja a punto de abandonar la rama que le da vida. Solíamos fluir tan bien juntos, aún siento que paseas por algunas de mis orillas, cuando el vino se incrementa en mi sistema te quiero ver. Regresas a mis ojos, tan vivo, tan feliz; tus enormes pasos te alejan, vuelvo a decir adiós, recuerdo que hace mil años te fuiste y yo... me quedé, un poco contigo y en gran parte sin mí. 

Shalalá...

Taun We

viernes

Cosas mudas

Tengo un jodido miedo de todo. Tengo miedo de no llegar a nada en la vida. Tengo miedo de que (...) muera. Tengo miedo de no tener a nadie a quien poder llamar por teléfono. Tengo miedo de que tú me dejes.

Estoy en mi cuarto y dentro solo hay cosas mudas. Nadie con quien hablar. Los libros están mudos, porque resulta que además no hay ningún Soñador que me explique nada o me convenza de que me podrían gustar. Los cómics están mudos, a pesar de sus colorines. El equipo de música está mudo, porque no tengo ganas de encenderlo. El PC está mudo, porque esa pantalla tan profunda que puede contener el mundo entero, si la miras de perfil no es más que una pantalla plana. Y te preguntas cómo consigue contener tanto mundo, tanto mar, con lo plana que es. Hoy todo está mudo en mi cuarto. Pero no quiero huir. Quiero resistir. Hoy en mi cuarto la tristeza entra a oleadas. Trato de atajarla con una esponja. Doy risa. Resisto unos minutos, luego el miedo asciende, y soy un náufrago en medio de un océano de soledad.

Floto en un desierto completamente blanco: una enorme habitación blanca insonorizada, en la que no se distinguen ni los rincones de las paredes. No sabes dónde está la parte de arriba ni la de abajo, la derecha ni la izquierda... grito, pero todos los sonidos son devorados. De mi boca salen palabras ya podridas. (...) llámame, por favor.


-Blanca como la nieve, roja como la sangre /Alessandro D'Avenia