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lunes

Hay mujeres

Hay mujeres que me gustan para quererlas
otras me gustan para follar
y viajar a París por unas horas entre sus piernas
otras me gustan para hablar de sentimientos o de ropa
otras para verlas reír
otras para abrazarlas
otras para que me escuchen
otras para contarnos cosas grandes.

Pero tú, amor,
tú me gustas para todo.


(Poema escogido de «La triste historia de tu cuerpo sobre el mío», escrito Marwan)

domingo

Tan mía, tan mío.

"Se clavó en mi la idea de vivir en este mundo única y exclusivamente porque alguien como tu estaba en él." 

Siempre te recuerdo, en estos días lluviosos vuelven a mi fragmentos de nuestras largas conversaciones y me doy cuenta que jamás terminamos una, era un ir y venir de ideas. Como reíamos ¿recuerdas?. Yo creo que sí, tu memoria nunca fue tan frágil como la mía, aunque tu tienes ese lugar especial en el baúl de mis recuerdos; la etiqueta dice "Tratar de mantener frescos". Y lo hago, con tanto empeño, con pasión, con emoción porque no he sido tan feliz como en aquellos días que pasamos juntos. Los saludos y tu mirada; claro la tela de tu ropa que siempre me gusto por cálida, se parecía tanto a ti y yo suponía que por dentro deberías de estar igual, era una tontería de mi parte. 
Hace tanto que no escribía pensando en ti, siempre te leo y me haces reír la mayor parte del tiempo -increíble, después de tantos años-, otras veces parece que adivino como te sientes y quisiera darte un fuerte abrazo, decir que todo va bien, que es una etapa más y todo lo que se dice cuando se quiere a alguien, cuando esperas que sea feliz y sonría. Yo lo hago por ti todo el tiempo, dejaste una llama prendida en lo mas profundo y juro que a pesar del llanto del final no se extinguió...

miércoles

Arriba, ahí si hay un Dios.




No puedo respirar, otra vez a punto de morir e irónicamente a pesar de todo lo dicho anteriormente no deseo que acabe así. El agua cae lentamente en el lavabo al tiempo que una nutrida nube de vapor se eleva hasta el cielo; mi rostro luce pálido en el reflejo que muestra el espejo y que poco a poco es opacado por el vaho. Me refresco la cara con tanta agua como mis manos son capaces de acumular, una y otra vez. No dejo de pensar por que a mí y pesadas lágrimas comienzan a rodar y mezclarse con el líquido caliente. Cierro la llave doy un paso atrás al tiempo que mi vista se nubla, mis pies comienzan a flotar y parece que pierdo peso conforme me elevo; una enorme paz me llena y lo ocupa todo, suplanta los malos sentimientos, la desdicha y parece soldar poco a poco mi corazón. Miles de fragmentos toman forman, uno a uno hasta que late nuevamente mientras sigo elevándome lentamente sin desear regresar.

El placer es tuyo (II)

Carretera a Creel.

Llegaron pronto los días de verano; demasiadas ideas cruzaban por nuestra cabeza. el quería viajar a unos cuantos pueblos cercanos y dejar de escondernos, era su fantasía. Yo quería largarme igual, pasar los días en encierro total en algún motel, salir a pasear por las tardes y beber, beber hasta perder la razón. Esta parte última le daba risa, creo que nunca se lo tomó en serio y evidentemente el nunca lo hizo, me cuido todo el tiempo que permanecimos juntos;  no podía dejar de sentirme acompañada y protegida.


En cuanto el tiempo se  presto tomamos un par de mochilas, algunas provisiones y el jeep que consiguió prestado con una de esas viejas que se dejaban, como el decía, jamás me dijo sus nombres e incluso a mi me parecía que no era necesario saberlo. Ellas necesitaban amor, pasión, galantería o algo de atención; lo obtenían y pagaban gustosas por ello, si yo lo hubiera tenido que hacer y contara con la plata no lo hubiera pensado dos veces. Era una buena transacción y parte de las ganancias solo por compartirlo lo gastaba en mi, en nosotros en nuestro placer y gustos.

Fuimos a dar a un pueblo casi olvidado, al llegar nos veían de una manera extraña, no escrutaban a cada paso, un trío de ancianos sentados afuera de sus casas murmuraban sobre como lucíamos, podíamos sentirlo por las miradas penetrantes y las mujeres lo evidenciaban a un mas cuando cubrían su boca para reír "agustito" decíamos en tono de broma, pero al final fue molesto.

Comimos algo a prisa y emprendimos la huída, no fue nada agradable... en la ciudad nos perdíamos con facilidad y aquí era simplemente imposible ocultarnos, nos sentimos incómodos, por eso al salir de la tiendita y cuando parecía haber reunión general, él me tomó fuertemente al tiempo que brinqué en zancada sobre su cadera y nos besamos lo más efusivamente posible. Teníamos que vengarnos de algún modo, no creo que ellos hubieran echo eso alguna vez así que mínimo creímos haberlos dejado con las ganas. El espectáculo terminó, volteamos con una sonrisa mientras murmuraban con tremendos ojotes, nos subimos al jeep y les dije adiós con un leve movimiento de mi mano y emprendimos nuevamente el viaje. Nos reímos por un buen tramo, luego la noche nos alcanzo, las luces se encendieron y el silencio reino por algunas horas.
Barrancas del Cobre

*Fotos de Chavez

martes

Algunos y sus putas.



Algunos hombres quieren una puta, o no... quieren muchas putas en su cama y por supuesto no están dispuestos a pagarles, a cambio de ello les comparten un poco de su vida, las meten a su casa, las hacen sentir queridas y casi olvidar que son callejeras. Lo que ellas no saben es que son parte de una gran lista, parte de una agenda y un número fácil de recordar.

Esos algunos hacen todo lo posible y más por ahuyentar su soledad y tener sexo a diferentes horas, con distintos sabores, movimientos variados; y un par de manos sobre su pene babeante en continua y casi forzada erección. 

Afortunadamente no son la mayoría, solo algunos y lo sé porque me he topado a más de uno en este callejón.

lunes

El placer es tuyo (I)


El caudal entre mis piernas llego después de algunos minutos de un excelente trato y contoneo. Mis rodillas, una a cada lado de su cadera, y su sexo dentro de mi que latía, quemaba y todo lo llenaba me anegaban de pasión, parecía viajar sin rumbo sobre una balsa que pronto se hundiría y me haría derrumbarme sobre su pecho tibio. 
De vez en cuando me susurraba un detente, a lo cual hacia caso inmediato; el aprovechaba para besar cada uno de mi pezones erectos. Mis ojos claudicaban un momento y me iba a divagar a un lugar muy lejos de todo lo que había conocido, era agradable, dulce, y el sabor se colaba a mis labios cual miel recién recolectada del panal, no podía dejar de lamer mis labios, morderlos del placer que me brindaba. 
Aquello era un carnaval sin caretas, al menos no desagradables y tan evidentes; se volvió pronto en mi parte favorita de la semana, del mes; dependiendo del tiempo libre que tuviéramos. Creo que incluso algunos días fueron tan continuos los encuentros que parecíamos una pareja "real". Teníamos las cenas mas espectaculares y románticas que pueda recordar, el vino era delicioso, y su compañía parecía mejorar. El cariño era evidente, no discutíamos, íbamos y veníamos; la música siempre logró unirnos y cantábamos al unísono por largo tiempo o hasta que alguno equivocaba la letra y rompíamos en risa loca y burlas.


viernes

El placer es tuyo.


 

¿Sigues siendo un pervertido? -pregunté apenas distinguí su figura en la puerta.

-Me dio el pase al tiempo que esbozaba una enorme sonrisa.

Es encantador -pensé y me quedé ahí parada, me sentía un conejo asustadizo en un enorme bosque; señalando que ese bosque se limitaba a una estancia, seguida de un pasillo estrecho que terminaba en una puerta al centro en color rojo y dos más, una a cada lado, en color blanco que acentuaba perfectamente el tono de la que después sabría guiaba a su habitación.

-Y tú,  ¿Qué eres ahora? -preguntó interesado.

-Pues soy... yo, tu amiga ¡¡Lo recuerdas!! ¿Verdad?

-Y estalló en carcajada, al tiempo que mi leve risa le seguía los pasos mientras me guiaba tomado de mi mano suavemente.

-Me senté sobre un sofá hermosamente forrado en un tono violeta. Todo en la decoración gritaba "mírame"; un enorme vinil en la pared principal mostraba dos dientes de león, conservando algunas de sus hojas y algunas más regadas "al viento", estas a su vez formaban diferentes figuras, yo clavé la mirada en aquella que mostraba dos cuerpos casi insondables. 
En ese lapso de tiempo olvidé a mi acompañante hasta que lo miré cruzar nuevamente la puerta cargando una charola con algo de comida, dos vasos y una botella.

-¿Recuerdas la última vez que aceptaste verme? -preguntó sin dejar de mezclar los vasos.

-Claro, como olvidarlo. Tenías un grupo, viajabas de aquí para allá. Te perdí la pista y luego... ¿Qué paso, por que la decisión de cambiar ese estilo de vida tan acelerado?

-Me lié con personas no muy gratas, y así en corto pase un tiempo encerrado. Al salir me vi solo y comencé de nuevo.

-Debiste llamarme, al menos una visita y cigarrillos te habría ofrecido. -Le dije sinceramente, y me miro de esa forma que casi  había olvidado, y afortunadamente volvió a mí.

-Lo pensé mucho, fue lejos de aquí, del otro lado. No creo que hubieras podido ir. Pero gracias.

-No, realmente no hubiera ido; pero una llamada que tal -Y lanzó un guiño, antes de finalizar-,  afortunadamente te repusiste y parece que no te va tan mal.

-Me va bien, comparto casa, trabajo y exploto a dos que tres viejas que se dejan. -dijo cínicamente.

Para ese entonces ya tenía un vaso entre mis manos, los chocamos en señal de aprobación y el dijo salud mientras le sonreía sentado frente a mi, sobre una pequeña mesa de centro.

Es tan encantador, no dudaba que la última confesión fuera cierta. A pesar de ser algo mayor siempre me miré de más edad junto a él y aun ahora sin sus fachas de rockero incambiable lucía de menos de treinta.

-En aquella soledad, tras esos barrotes y tratando solo de mantenerme vivo, casi olvido el calor que emana tu cuerpo, la risa que me contagias y lo tímida que pareces. -dijo, al tiempo que me veía fijamente, su mano derecha frotaba mi muslo y la otra mi mejilla.

Frente a frente no se puede emprender la huída. Como resistirse ante esas palabras; no ante él, hombres hay muchos, sin embargo la entonación, la emoción, lo sincero de sus movimientos. Terminó por ganarme y me acerqué a besarlo; fue como el primer beso. Una nueva cuenta y a pesar de conocernos bien parecía que comenzábamos otra historia, una muy corta según mi intuición pero muy grata de ser vivida.



Más tarde las sábanas tenían un olor penetrante, muy rico y difícil de olvidar, fue como despertar a la primavera después de haber dormido por largos meses. Él significaba mucho para mi y me preguntaba por que entre sus brazos mi vida tomaba otro sentido. Volví a recorrer su espalda con mis manos, tenia una cadera firme, que me invitaba y me pegué a ella cruzando mis brazos sobre su pecho. Pude sentir su respiración pausada, parecía dormir profundamente al tiempo que yo creía tener una única certeza y era que estaba en el lugar correcto, fuese cual fuese este, ya que para no variar me había perdido antes de llegar. Giré a la derecha, después a la izquierda y paré un par de veces confusa hasta que un mensaje oportuno en el celular me orientó y guió a sus brazos.
-¡Como quisiera amarlo! -pensé, antes de quedarme profundamente dormida.