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sábado

Otro buen hijo (Por Sabina)

Muchas veces cuando lo pongo en el asiento trasero del auto, a un lado de mi hija para salir a pasear o visitar a la familia, siento que soy aun más extraña de lo que seguramente cualquiera que me conoce o lee espera; pero a mi favor debo decir que esta sequía amorosa en mi panorama inmediato me a dejado por experiencia que quizá si sea loco querer como yo lo hago a esa bola de pelos; que con una mirada me gana y me da cuenta de lo que hace falta para que se tumbe a mi lado por largas horas, ronroneando de vez en cuando mientras imagino que solo desea hablar para decir gracias, un te quiero o yo que se... me encantaría saber que es lo que piensa, que siente y que daño le hago al tenerle tan cerca por largos días y luego cuando me vuelvo mucho mas que egoísta y me voy por horas lo dejo en el cuarto de lavar con sus provisiones pero sin una explicación de porque desaparezco. Ya casi logra abrir un huequito en la malla mosquitera de la ventana que separa mi  aparente maldad y la soledad que le impongo de la libertad que el merece tener pero que por obvias razones no me atrevo a brindar. Justo hace un mes casi lo pierdo por descuido.

Eran al rededor de las cinco treinta de la tarde de un día cualquiera, mi hija y pareja salieron a comprar algunas cosas para sentarnos a cenar y por antojadiza he abierto la puerta de repente sin percatarme de que mi gato a logrado ser rápido y escapar para seguramente seguir  a los recién "idos". No me escucharon pedir un paquete extra de galletas y como dí por echo que volverían en corto tiempo he dejado a Sabina juguetear un rato con las plantas -eso creía-.
Algunos minutos después veo a mi bola de pelos detenerse justo a mitad de la calle, no había ningún vecino cerca que de pronto se apura a regresarlo sano y salvo a casa. La ventana cerrada, yo en silencio y queriendo gritarle que se mueva pero en ese breve instante un automotor en color rojo -jamás lo olvidaría- lo enviste golpeándolo con la llanta delantera del lado izquierdo y haciéndolo caer justo en el centro del mismo; aun en movimiento  mi gato asustadísimo se apura a escapar sin percatarse que obviamente faltan dos ruedas que librar y sin  lograrlo el neumático  trasero lo hace girar a su compás  mientras yo seguía petrificada y sin expresión alguna. Fue una total pesadilla verlo girar al tiempo que la llanta y por fin cuando fue expulsado note como aun se movía. En realidad solo las patas delanteras podía controlar levemente mientras las traseras solo le siguieron como un pollo destazado en la carrera extraña que emprendió rumbo a la puerta trasera de la cocina. Por fin me moví y abrí la puerta lentamente esperando lo peor y ahí estaba él con la mitad de su cuerpo prácticamente aplanado, sin movimiento y con unos jadeos horribles y esa mirada de terror que no conocíamos. En realidad no se si lo tome en brazos o el entro y se quedo tumbado en la entrada mientras maullaba pidiéndome ayuda; intente decirle algo, quería regañarlo, llorar, salir corriendo pero sentí miedo de lastimarlo aun mas... lo deje recostado llorando quedito. Me asome por la ventana, note que mi hija y esposo se acercaban conversando.
Me senté en la sala a esperar y cuando por fin sentí que se abría la puerta, con las manos sobre mi rostro -aun desencajado por lo ocurrido- comencé a llorar. Me preguntaron que paso y no podía decir nada mas que: "Lo atropellaron, me lo atropellaron" y apuntaba bajo la mesa hasta la puerta. El llanto y lamentos no se hicieron esperar y aquello se volvió un caos. No recuerdo claramente pero de pronto me vi tratando de examinar el cuerpo de trapo que parecía tener mi Sabina y comenzó a resollar y la sangre broto por su hocico desencajado por el enorme dolor. Le pedí a mi esposo retirara a mi hija a su recámara porque no deseaba que guardara aquella escena para alguna pesadilla posterior. Me apresure y traje una caja de plástico de esas donde acomodan la fruta, le coloque varia capas de periódicos y tome a Sabina con mucho cuidado mientras sus lamentos eran cada vez más lastimeros - yo no podía dejar de llorar-; sentía un enorme vacío en el cuerpo, quería hablar y no podía, me sostenía de las sillas, de la mesa, de cualquier mueble que estuviera a la mano para no caer derrumbada. El llanto de mi hija se escuchaba también por toda la casa mientras su padre le hablaba quedito  tratando de consolar lo más posible pero inevitablemente terminamos en un solo llanto; ya nadie se contuvo porque mi gato respiraba con dificultad, la sangre espesa seguía saliendo por su hocico que mostraba los dientes y encia...


Pasaron minutos largos en los cuales rogué con toda la fe negada que muriera por favor, que el siguiente respiro fuera el ultimo, que dejara de verme con esos ojitos verdes que me pedían ayuda desesperada; me anime a cubrir su rostro con lo primero que tuve a la mano pero el nunca cedió y me volví a tumbar en el piso a su lado. En ratos acariciaba el poco retazo de piel que parecía no dolerle y pensaba que era muy cobarde por no poder matarlo.

Me aleje, lo pensé un rato y pedí a mi pareja que lo hiciera por mi pues era ya demasiado tenerlo en un dolor constante y sin la posibilidad de moverlo a que alguien con mayores conocimientos le ayudara a bien morir. En realidad no tengo como describirlo pero era  casi imposible que lograra sobrevivir... solo las patas delanteras y la cabeza tenían algún tipo de movimiento lo demás era solo una masa que arrastraba cada vez que intentaba girar o estirarse forzado por el dolor para expulsar un chorro de sangre espesa y con una textura similar a la goma de mascar aun dulce. Ninguno de los dos logro terminar con el suplicio del cuarto miembro de la familia y debo señalar que me parece el mas comprensivo y cariñoso de todos... Nos despedimos con cariño aun llorándole.

Me alejaron de la caja y me tumbé a llorar sobre la cama en mi habitación. Mi hija que  termino dormida por la pena y el consuelo de su padre. Yo no tuve consuelo, ni ánimos de dormir así que me colé a hurtadillas nuevamente a  la cocina y me senté a un lado de la caja donde eran ya casi imperceptibles los lamentos. Opté por abrigarlo y esperar tomada de su pata el final. En ratitos elevaba alguna plegaria muy sentida, otros tantos no podía mas que sentirme culpable y reprocharme el descuido, pensar que estaba soñando y que despertaría, el estaría ahí dormido placidamente sobre mi y todo seria como horas antes.

Nada cambiaba y me sentía ansiosa, la pálida muerte que suele rondarme y estar ahí acechando a mi y a los míos parecía no darse cuenta de que era solicitada, apreciada e importante para acabar con tanto malestar. Me cansé de esperarla; por primera vez en mucho tiempo sentí que me abandonó y decidí ir a buscarla por medios químicos. Nos pusimos de acuerdo y con sumo cuidado coloque la caja plástica en el asiento trasero del auto mientras hablaba incoherencias para distraer al animal -trataba de explicarle todo, como si fuera a dar su opinión-, regrese por mi hija aun dormida, le dije a donde nos dirigíamos  y la envolví en una frazada. Una vez arriba del auto y mientras todo era cerrado correctamente por mi esposo para marcharnos lo minutos fueron lentos, molestos, frustrantes y odie la espera.
Las calles llenas de baches, topes y torpes al volante no permitían avanzar a prisa. Buscaba en el libro amarillo la mejor y mas cercana opción para que atendieran a Sabina ya que había pasado casi hora y media del accidente, me parecía demasiado tiempo de vida desperdiciada por su parte, esa vida de dolor que lo marco para siempre.

  Llegamos a Veterinaria Cumbres, y no es comercial solo es agradecimiento por el buen trato, la comprensión y rapidez con que tomaron el asunto. Pedíamos sacrificio porque en realidad no teníamos otra opción disponible, no sabemos mucho sobre mascotas y accidentes similares; sin contar que no disponíamos de fondos para cubrir una posible cirugía y medicamentos, es parte de la familia y teníamos clara la responsabilidad que implica tener un pequeño integrante en casa.

Lo dejamos internado y toda la noche pensé que en ese momento en que me despertaba sobresaltada timbraría el celular avisando que no sobrevivió. Al amanecer no pasaba nada aun y mi hija se fue a la escuela llorosa, mi esposo con una pesadumbre que incluso no le permitía probar alimento y yo no me resignaba a quedarme en casa sin el, sin noticias, sin paciencia de espera y me instale en casa de mi vecina y amiga con los ojos inflamados y el animo decaído... a ella le parecía una exageración pero aun así me apoyo y trabaje lenta esa mañana pero al fin despeje mi mente. Al paso de las horas no sonaba el teléfono.
Por fin una llamada entro y pensé lo peor hasta que escuche a mi madre preguntando por Sabina, lo cual agradecí. Por cierto que la noche anterior solo mi mami me dio apoyo emocional abrazándome y reconfortándome. Mi padrastro hizo su parte sin entender el porque de mi llanto y me facilito el dinero que se necesitaba para dejar internado o no se si se diga así, pero bueno, el caso es que para brindar cuidados -servicio- debes dejar garantía de pago -todo entendible-. En fin, ya por la tarde era hora de ir a visitar al enfermo o quizá recoger el cadáver en el peor de los casos, ya había decidido remover mi rosal y cederle el lugar para que siguiera en casa, colocar la campanilla que lleva al cuello desde cachorro en mi llavero y rendirle algún tipo de tributo; tuve tiempo para pensar en todo mientras conducía.

La buena noticia fue que cuando Sabina nos escucho hablar a mi hija y a mi al entrar a la veterinaria se puso de pie y alerta. Increíblemente y como un gran milagro que aun no logro comprender, lucia mucho mejor. Sucio, con sangre en su barbilla y patas parecía sonreírme y juro que sentí querer al veterinario -exagerado, ya sé-, me permitió tomarlo en brazos y bajarlo para ser dado de alta después de aplicarle dos inyecciones que la verdad si yo fuera él no las habría soportado. Un líquido amarillo en una jeringa grandísima a mi parecer y un piquete más que contenía un liquido blancuzco y espeso fue lo último antes de marcharnos a casa. Una verdadera sorpresa, no nos explicamos como fue la recuperación tan rápida, ni el veterinario sabia bien a bien que paso esa noche, pero para la mañana y ya con etiqueta de próximo a ser dormido por siempre se quedo con nosotros, sigue con nosotros y sí, tiene secuelas emocionales pero también recibe más cariño, apapachos y besucones ficticios que le encantan, siendo yo la primera en darle su dosis diaria de amor.


Quizá para muchos sea algo exagerado, innecesario e incluso ridículo pero para nosotros fue un acontecimiento que nos cambio para bien, que nos hizo valorar lo que tenemos. Al menos a mi me hizo valorar la amistad de mi pareja, la salud de mi hija y claro el echo de que la pálida muerte se tomara un  break en el momento apropiado... Yo siempre digo esto: "Todo pasa por algo, cuando no es para ti aunque te pongas y cuando te toca con la pena pero aunque te quites..." Que mas puedo decir que no haya quedado claro o explicito. En mi familia hasta hoy somos cuatro; papas y dos pequeños que necesitan cuidados y suma atención. Sin aferrarme a Sabina -al menos no con intención-, pero si agradeciendo el tiempo que comparta con nosotros y apreciando el amor que sin nada a cambio cada día sin falta y con un meow nos da. Todo un ejemplo para mí que suelo ser la más pesimista, chillona y cobarde co-protagonista del blog.


2 comentarios:

Unknown dijo...

Taun We me ha emocionado tu relato y la salvación milagrosa de Sabina, esos sentimientos hacia un animal, uno más de la familia los he sentido varias veces y cuando ha tocado su adiós definitivo ha sido tremendo.

Pero por suerte le tienes a tu lado y le das todo el cariño que se merece.

Un abrazo

Taun We dijo...

GRACIAS e igual para ti, aunque sea un día después.