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lunes

Yo era Carmen (#66)


Carmen es una mujer de escasos treinta y cinco años. Nació en el norte de la ciudad, integrante de una familia en la que imperaba la estricta educación basada en el catolicismo haciéndola asistir a un colegio de religiosas y lejos de las tentaciones del mundo que caminan las calles.

Ajena a los peligros que le aguardaban detrás de las paredes que limitaban el colegio y guiada por un hombre que le guiño el ojo, al otro lado de la acera, decidió saltar y así emprender el camino lejos de casa; lejos de él Dios malvado que le dibujaron desde niña, ese que la miraba desde una cruz, pegado a la pared contigua a su cama. Lo dejo atrás todo para no volver jamás a lo que algún día le hicieron creer que era.

Así fue como Carmen con el paso de los años se convirtió en la puta del barrio, esa mujer pronunciadas caderas y limitada cintura enmarcada en una falda de cuero y medias a cuadros, trepada en diez centímetros de tacón en color rojo carmesí y cabello teñido de trigo que luce en la esquina de la vecindad cada atardecer.

En el asiento trasero de un auto deportivo rojo, brindando placer y vestida con solo un sostén en color rosa desteñido Carmen imagina lo que hubiera sido su vida de no haber brincado la barandilla del colegio. Piensa en que quizás estuviera casada y con un par de niños que le seguirían a todos lados; ella voltearía sonriente al pregón de un ¡Mamiii! Ahora su vida es totalmente rutinaria y no encuentra encanto alguno al dar placer y recibir billetes, dinero que no ha logrado llenar el vacío que la inunda cada noche al volver a su cuarto dentro de aquella vieja casona con aroma a comida recién hecha, aromatizantes de ropa y perfumes baratos de tianguis.

Por fin su cliente experimenta una descarga de satisfacción desfigurando el rostro y forzándolo a enderezarse sobre sus rodillas para luego limpiarse con un pañuelo, y encender un puro. Carmen se limita a observarlo colocándose de inmediato la escasa ropa que la cubría. Otra noche de espera, otro cliente sin nombre y solo unos minutos la separan entre bajar del auto rojo y caminar con un delicado contoneo sobre sus tacones, a su lecho para tratar de conciliar el sueño.


Taun We
Cuento inconcluso
"Sueños de Patio"

2 comentarios:

EL NOMO DE LA LUNA dijo...

hola Cecy me da gusto leerte de nuevo,y mas seguido, ojala todo este bien y te lea mucho mas

Kofhy dijo...

Terminalo.