El celular vibra bajo mi almohada logrando despertarme. Es muy temprano y mientras me incorporo siento, como ningún otro día, un halo de nostalgia que me envuelve de pies a cabeza. Me visto en tonos oscuros y mientras acomodo mi cabello frente al espejo, recuerdo los momentos que pasamos juntos.
Tomó las llaves y gafas para sol (aunque éste aun no aparezca). Cierro la puerta principal de mi casa; sin encender la música conduzco lentamente. Luego de un par de minutos abandono el boulevard para entrar en un callejón sombrío. Viro a la derecha y enseguida a la izquierda para terminar estacionada lejos de la entrada del camposanto. Desciendo del auto y mientras camino pienso en que nunca entenderás porque termina así, porque te dejo en medio de las sombras y humedad de este lugar.
Me enamore de ti y pronto te convertí en el receptor de mi ilusión, pasión, esperanza y demás sentimientos placenteros que experimentaba. De pronto todo se transformo y eso que me encantaba y en un principio me enamoro se fue marchitando hasta que murió, se murió y aun así siguió viviendo conmigo. Estaba abrazando, soñando y sonriéndole a una cosa amorfa que no inspiraba nada más que lástima. Cuando me percaté del problema me afané en reanimarlo, revivirlo y darle calor bajo mis sábanas, entre mis brazos y muslos. Sigue muerto, cada día más frío y con mucho más mal hedor.
Duele… Duele mucho porque siento que deje en este empeño una parte importante de mí ser, sumo a tu recuerdo una fracción irrecuperable de mi vida; pero no soporto hablarle y no escucharle responder, tocarlo y ver como se desmorona, besarlo y sentir frío…
Por fin llegue a la puerta maltrecha del cementerio; la empujo suavemente y emite un doloroso ruidito; parecido a un lamento. Avanzo con pasos cortitos al mismo tiempo que se va formando un nudo en mi interior. Estoy a punto de regresar….
(Silencio)
La marcha fúnebre sigue hasta el lugar donde depositaré todo lo que representaste un día. Hacía mucho tiempo que no me paraba en un cementerio, mucho menos a esta hora de la mañana, ni con esta infinita pena sobre mis hombros. Comienzo a cavar y el aroma a tierra mojada inunda el camposanto; en poco tiempo quedas plantado. Pido con fervor que algún día florezcas. Una lágrima y otra ruedan sobre la tierra removida, una despedida y un ya no quiero quererte, estás muerto y hoy te enterré.
De pronto el día comienza, la puerta del camposanto no se lamenta al despedirme. A lo lejos las aves cantan de nuevo y me parece que es tiempo de lavarse las manos y regresar a casa.
Cecy =P
01-03/Mayo/2009
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