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viernes

Segunda Oportunidad

 
 
La madrugada caía lentamente sobre la ciudad casi vacía, eran contadas las personas que transitaban por las calles; vagabundos, borrachos y putas se dejaban ver con mayor frecuencia. Desde una ventana de madera color verde olivo en el segundo piso de una casona,  Alicia observaba el movimiento de las ramas secas de los árboles que se levantaban a lo largo de su vecindario. Apenas la tenue luz amarilla de una lámpara de mesa la acompañaba. Pensamientos ilógicos y desdicha total la llenaban para luego convertirse en intriga y desconsuelo.

Cada noche antes de que el sueño la venciera trataba de imaginar como seria su vida si hubiera tomado las decisiones correctas. Deseaba con tanto empeño que el tiempo le diera una segunda oportunidad; que el curso de su vida hubiera sido otro.

Sobre una cama enorme, vestida en tonos cafés descansaba David, el  hombre que años atrás había sido el amor de su vida, el calor y la razón para seguir viviendo. Ahora sólo le hacia compañía, le atendía como a otra parte de su vida cotidiana.

El caminar del reloj de plástico en color madera que colgaba de un clavo sobre la pared principal de la habitación, como testigo mudo, guardaba cada uno de sus recuerdos. Por supuesto que las primeras memorias eran de dicha, de intentos por hacer de cada momento algo inolvidable, de palabras coquetas que pintaban un futuro esperanzador.
 Pero cuando los anhelos se transformaron en insatisfacción y frustración fue como si una sombra en tono gris volviera a media luz el panorama, hasta llegar el punto en el cual creía que nada se podía salvar, que no había a donde ir, que correr era inútil, escapar era  imposible y el girar del mundo se volvió absurdo.

Alicia se sentía tan cansada. Veía el tiempo correr y de pronto imaginaba que poco a poco se quedaba atrás de el; para después sentir odio por todo lo que la rodeaba. Los muros parecían sofocarla; se derrumbaba día tras día sobre sus frágiles huesos el hogar que había construido.

Las ramas de los árboles seguían balanceándose, a  un lado y a otro mientras el frío entraba por las grietas en la madera de la ventana. Fueron tantas noches las que   derrocharon los sueños de Alicia. Ella sólo se limitaba a mirar la libertad con la que algunas personas disfrutaban la oscuridad, tomaban un café, trataban de olvidar sus penas bebiendo vino  o simplemente vendían sus cuerpos y caricias al mejor postor.
Dibujaba las siluetas de cada ser que transitaba su calle para llegar al centro de la localidad, les colgaba algún nombre y una sonrisa sobre un rostro sin ojos.
Vivía en un lugar pequeño, no era difícil encontrarse de vez en cuando a estos noctámbulos, en alguna esquina o tienda del lugar. Conocía a la perfección sus miradas, en su mayoría perdidas y cansadas por el desvelo de cada noche; aún así los pintaba ciegos. Creía firmemente que a través de la mirada revelamos nuestros más oscuros secretos y deseos, no deseaba tratar de imaginarlos siquiera, mucho menos robarlos para que sólo permanecieran plasmados en un trozo de papel.
 
La silueta que pintaba más seguido era la de un gato negro y pequeño que tenía un lunar sobre la oreja izquierda; cada noche pasaba por la cerca que limitaba su jardín de la acera. Caminaba con tal garbo, una pata tras la otra elevando la cola; inmediatamente llama la atención de  Alicia que para esas horas ya había bajado por el primer vaso de leche que le trajera un poco de sueño. Se miraban fijamente, ella con rencor por que no soportaba que el  felino hiciera de su vida lo que se le antojara, mientras su sombra continuaba tras esa ventana que cada día lucia más vieja y descuidada. Supongo que el animal la veía con avidez, con unas ganas enormes de ser su mascota y compartir el vaso que descansaba a su lado. Alicia en la oscuridad de la noche no se percató del secreto del gato, no podía ver sus ojos por lo tanto no sabía sobre el sentimiento de  soledad que compartían.

Parecía ser una de las noches más frías de Noviembre. Un automóvil de reciente modelo en color negro, avanzaba lentamente bajo la cortina de agua que comenzaba a  mojar el lugar; parecía buscar a alguna persona. Rápidamente el gato brincó para resguardarse de la lluvia bajo algún desperdicio o bote de basura. Ya eran dos vueltas a la calle del automotor y nada sucedía; de pronto una mujer envuelta en un plástico similar a una bolsa de basura se dejó ver al mismo tiempo que hacia señas al conductor para que detuviera su marcha. Alicia no perdía de vista la escena, la mujer se despojó de la protección improvisada para no empaparse y se subió rápidamente al carro que ya tenía la puerta de atrás esperándola.
Esa noche Alicia no consiguió cerrar los ojos, imaginaba lo que sucedería después de que el auto pasara el límite de la ciudad. Se preguntaba a donde los guiaría el asfalto, que palabras murmurarían, como empezaría esa historia. La imaginación la llevó lejos mientras la excitación creció en su interior haciéndola dedicar más de una decena de hojas a esa silueta en particular. En el fondo Alicia deseaba haber tenido un poco de ese sentimiento efímero y mundano que nos da la pasión de una noche, quería haber sido la mujer sin ojos, la señora sin secretos que abordó el automóvil.

Unas horas después observó como antes de la alborada, bajaban en un movimiento repentino a la puta en su esquina, sosteniendo la ropa en una mano mientras con la otra trataba de cerrar el suéter largo que la cubría. En ese momento Alicia tomó las hojas de papel que contenían la aventura que había cavilado toda la noche y las metió al cesto de basura. Le dolió el tiempo perdido. Plasmó sobre una hoja el bosquejo de la mujer con el rostro desencajado y el cuerpo manoseado que se disponía a regresar a su casa.
Había sido una larga noche, una espera casi interminable, una desilusión más; así que se levantó de la silla que la soportaba, extendió los brazos para cerrar las persianas. Se recostó sigilosamente al lado contrario de la cama donde dormía David, cerró fuertemente sus ojos rodeados de surcos  y uniendo las manos en señal de oración elevó una plegaria por su segunda oportunidad. Después se quedó dormida, entrando así a otro sueño vano.
Cecy =P
21/Agosto/09

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